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10 junio, 2020

Sin comida, ni agua, ni luz, ni medicinas, ni combustible en Venezuela: el caos perfecto para el coronavirus

Venezuela puede considerarse hoy el país perfecto para la propagación del coronavirus. La población necesita salir a la calle y hacer largas colas para poder comer, hay graves problemas de abastecimiento de agua, cortes de luz y problemas con el combustible por la caída de los precios del petróleo. Por si fuera poco, al hambre y a la situación política y social se suma la sanitaria, con escasez de medicinas en los hospitales. Pero la respuesta de los Salesianos continúa siendo estar al lado de la población y ofrecer su ayuda.

La prevención  contra la epidemia se realiza mediante el lavado frecuente de manos y el distanciamiento físico. El problema es que en Venezuela hay que salir a la calle y hacer largas colas durante horas para conseguir algo de comida. Sin guardar el confinamiento ni la distancia social es imposible contener los contagios. Además, es muy difícil conseguir jabón y desinfectante, incluso para los hospitales, y los cortes continuos de luz también dificultan las actividades diarias y las sanitarias.

El hambre y el acceso a la salud eran dos problemas que sufría Venezuela antes de que llegara el coronavirus. Con un salario mínimo de 250.000 BV (bolívares venezolanos), el equivalente a un euro, es imposible vivir por la hiperinflación, ya que los precios suben casi cada día. Para obtener mejores precios hay que ir a los centros comerciales, pero no se puede usar el coche porque no hay gasolina.

Los precios de los alimentos son inalcanzables para los salarios: 15 huevos, 300.000 BV; 1 kg. de pasta, 110.000 BV; queso blanco, 800.000 BV; 1 kg. de tomates, 250.000 BV, 1 litro de alcohol, 300.000 BV, 1 kg. de jamón 1.100.000 BV, 1 kg. de carne, 650.000 BV…

Además de la crítica situación interna, también muchos migrantes regresan a Venezuela ante la imposibilidad de seguir recibiendo ayudas en otros países. Huyeron de la dictadura y del hambre a Colombia, Chile, Perú… y vuelven al haberse quedado sin trabajo y no tener medios para sobrevivir. Por todo ello, los Salesianos ofrecen sus instalaciones y la poca comida que tienen, porque también sufren la misma situación.

La odisea de los que emigraron: huyeron del hambre a otros países y regresan a Venezuela sin nada.

Los Salesianos tienen en la ciudad de Táriba un Centro de Capacitación Laboral que lleva el nombre de San José. Desde el pasado mes acoge a alrededor de 200 personas, rotando cada dos semanas, antes de que los militares autoricen el regreso a sus lugares de origen. Las aulas, la cocina, el patio y el dormitorio están a su disposición para dar hospitalidad a mujeres, hombres y niños.

“Los Salesianos de Venezuela sabemos que este es un momento para tender la mano a quienes lo necesitan. Seguimos abriendo las puertas para que entren los marginados de esta pandemia”, asegura el padre Carlos Méndez. “En medio del coronavirus, abrir nuestras casas salesianas y dar alimentos a los pobres es la respuesta a las urgencias que viven nuestros hermanos más necesitados”, destaca.

En medio de la emergencia sanitaria, el Gobierno ha pedido a los Salesianos la disponibilidad para utilizar dos de sus obras en el país para atender a los migrantes que llevan semanas andando y llegan hambrientos. La primera ha sido la obra del Centro Agrícola Don Bosco, en el estado Zulia, en la frontera de Guajira con Colombia. Actualmente hay varios centenares de personas en un confinamiento obligatorio, siendo custodiados por militares y médicos designados por el Gobierno. Allí los Salesianos ayudan espiritualmente y reparten alimentos.

La segunda obra que ha sido solicitada es el Centro Vocacional de Duaca, en el estado de Lara. Una obra dedicada a la atención de los jóvenes de todo el país y que ahora dará alojamiento a 200 personas.

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