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Ver todas las noticiasAlegría, comida y esperanza para los niños y jóvenes privados de libertad en Madagascar
Las autoridades penitenciarias de Madagascar pidieron hace años a los misioneros salesianos que visitaran a los menores y jóvenes privados de libertad en la prisión de Antananarivo, la capital del país. La cárcel se encuentra en Anjanamasina, un suburbio de la capital, donde los Salesianos ofrecen su ayuda. El centro estatal de reeducación alberga a más de un centenar de niños y jóvenes y su número aumenta cada mes.
El centro penitenciario alberga una realidad compleja en la que conviven los que han cometido un delito con los que tienen la única culpa de vivir en la calle sin el apoyo de sus familias. También residen en él los niños y jóvenes maltratados por sus familiares, y que son conocidos como “muchachos traviesos”. Se le puede llamar de muchas formas, pero la realidad es que es una cárcel de menores porque están privados de libertad.
Desde hace años, todos los fines de semana y los días festivos los misioneros salesianos llevamos comida al centro de reinserción. A través de actividades musicales, teatrales y deportivas tratamos de animar a los menores e infundirles esperanza. Asimismo, ofrecemos acompañamiento espiritual con la celebración de la misa y los sacramentos, el catecismo y las proyecciones de carácter religioso y educativo, llevando adelante el legado que Don Bosco realizó en la cárcel de Turín.
La presencia de los misioneros salesianos ayuda a los jóvenes a sentirse queridos por alguien
Esta labor de cercanía y de ayuda es más necesaria que nunca debido a la situación que vive el país, inmerso en una crisis social y económica desde hace años. Por estos motivos, muchos niños y jóvenes tienen que sobrevivir sin familia, al margen de la sociedad y buscando la forma de poder alimentarse.
Precisamente el desempleo y la precariedad económica llevan a muchos padres a considerar la educación de sus hijos como un tema accesorio. La necesidad de obtener alimentos y satisfacer las necesidades diarias es lo principal. Por eso, el trabajo infantil es una lacra cada vez más extendida y el fenómeno de los niños de calle también está en constante aumento. Además, el porcentaje de la población que vive por debajo del umbral de la pobreza se ha disparado al 92%.
Las necesidades de los niños y de los jóvenes son las mismas año tras año, pero el número que se encuentra en dificultad aumenta. Los misioneros salesianos son los únicos que se preocupan por ellos en el centro, llevándoles una comida extra y proporcionándoles actividades para su desarrollo físico y emocional. La alegría y la esperanza son ingredientes muy importantes para que el cambio en sus vidas se produzca dentro de la prisión.