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Ver todas las noticiasUn presente y un futuro gracias a la educación para los menores de las minas de Amagá (Colombia)
Los Salesianos comenzaron a trabajar en las ciudades mineras de Amagá y Angelópolis, al suroeste de Medellín, cuando el Gobierno colombiano recurrió a la experiencia educativa de Ciudad Don Bosco para combatir el trabajo infantil en la zona. Así nació hace 25 años el programa ‘Operación amistad’, que ha evolucionado, con la Casa Juvenil La Clarita para menores de entre 7 y 17 años, al completo programa ‘Dejando huellas’ para cambiar la mentalidad del trabajo infantil por el estudio y favorecer el desarrollo humano de los menores.
La población de Amagá depende de la explotación de las minas de carbón, muchas de ellas ilegales y aún hoy artesanales. La dificultad de trabajar en ellas para extraer la materia prima sólo permitía realizar un pequeño boquete en la roca por el que únicamente cabía un menor, que trabajaba a destajo extrayendo el mineral.
Juan Franco tiene 13 años y su historia es muy común entre los menores de la zona: “Mi papá debe tener 16 hijos, pero no vive con nosotros. Yo estoy con dos hermanas mayores y mi mamá se fue a Medellín a trabajar porque no queríamos que muriera en la mina por un accidente. Yo trabajé en la mina cuando era niño”.
La mecanización hizo que los menores fuesen poco a poco desapareciendo de estos trabajos, aunque continúa siendo la principal fuente de ingresos de las familias. Para cambiar esta mentalidad los misioneros salesianos pusieron en marcha una escuela para menores mineros y, posteriormente, un centro de seminternado para 150 menores con psicólogos, educadores sociales, pedagogos, voluntarios, una nutricionista y una auxiliar de enfermería.
Los salesianos de Ciudad Don Bosco llevan 56 años trabajando para atender las necesidades sociales y educativas de los menores y jóvenes más pobres de Medellín y sus alrededores. En las ciudades de Amagá y Angelópolis, la actividad minera se ha transmitido de generación en generación y aparte de que muchos menores nunca han asistido a la escuela, se dan otros problemas añadidos al trabajo infantil, como la violencia familiar, las adicciones o el reclutamiento por bandas de narcotráfico.
‘Dejando huellas’ combate el trabajo infantil y la vulneración de derechos de los menores
El programa salesiano Dejando huellas se dedica a sembrar inquietudes, a cambiar la mentalidad del trabajo por el estudio y a mejorar el comportamiento de los menores y de sus familias con buenas herramientas y mejores equipos humanos de apoyo.
En la Casa Juvenil La Clarita a los menores se les ofrece un almuerzo y dos tentempiés diarios, a la vez que participan en cursos de nivelación académica, realizan las tareas escolares, reciben información para prevenir el reclutamiento forzoso y asisten a talleres de salud, consumo de drogas, violencia familiar y formación humana.
Las familias de estos menores son “extensas, disfuncionales, reconstituidas con padrastros o madrastras e hijos de varias relaciones y los hogares tienen hacinamiento y malas condiciones de higiene”, asegura una trabajadora social de Ciudad Don Bosco. “Los menores que atendemos destacan por su baja estatura debido al déficit nutricional que sufrieron antes de los cinco años, pero poco a poco logramos estabilizando”, asegura la nutricionista.
Otro menor, Mateo Sandoval, tiene 14 años y lleva seis en el programa salesiano. “Aprendo muchas cosas y estoy contento, pero sigo trabajando cargando cosas, aunque no quiero saber nada de las bandas criminales que ofrecen dinero por estar con ellas”, asegura.
“Con el programa Dejando huellas, los Salesianos queremos dejar una huella diferente: prevenir la explotación del trabajo infantil, pero también quieren proponer un proyecto social alternativo para que padres y madres participen activamente en la protección de los menores”, comenta uno de los misioneros salesianos.