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Ver todas las noticiasLa aventura del regreso del padre Uba al asentamiento de refugiados de Palabek desde Venezuela
Después de haber estado en Sierra Leona y en Ghana, el misionero salesiano de origen venezolano Ubaldino Andradre empezó el año pasado una nueva obediencia en el asentamiento de refugiados de Palabek, en Uganda. Los salesianos son las únicas personas que, sin ser refugiados, viven dentro del campo, donde trabajan junto a otra treintena de ONG para atender a más 30.000 sursudaneses que han huido de la guerra en su país.
Niños y mayores lo conocen como “padre Uba” por su simpatía y disponibilidad. Sin embargo, en julio del año pasado vio interrumpida su misión porque tenía que renovar su pasaporte. “No sólo estaba caducado, sino que ya no tenía una página libre y por la situación de Venezuela ya no lo podía hacer en África”, recuerda Ubaldino.
Realizó todos los trámites por Internet, pagó incluso a desconocidos para que al llegar a su país lo tuviera todo resuelto, pero todos los esfuerzos fueron en vano y perdió tiempo, dinero y casi la esperanza. Desde finales de julio se convirtió en un damnificado más de la gravísima situación que sufre Venezuela y no podía salir de allí.
“Dificultades y largas colas para conseguir alimentos, dolor por ver a personas buscando comida en la basura y una vida muy sencilla de comunidad empezaron a formar parte de mi día a día mientras mantenía la ilusión de conseguir un nuevo pasaporte”.
La situación se alargó tanto que comenzó a ir a clases y a ayudar a otros salesianos que atendían a niños y visitaban a familias muy necesitadas. Uba recuerda que “visité a mi familia, que hacía años que no veía, y hasta me planteé que tal vez Dios quería que mi sitio estuviera allí, porque hacía mucha falta”, pero yo quería regresar a las misiones y, concretamente a Palabek, y la Congregación también me había expresado que mi misión ahora estaba en Uganda”.
Cuando más desesperado estaba anímicamente y a punto de tirar la toalla, la esperanza regresó a través de otro religioso jesuita con amigos en los puestos de poder y, antes de Navidad, logró su nuevo pasaporte. En las últimas semanas preparó su viaje y, como el año pasado, antes de la fiesta de Don Bosco se reencontró con los refugiados a los que tanto quiere. Uba vuelve a ser feliz como misionero salesiano en Palabek, lugar al que denomina “Tierra Santa” y también entre ellos.