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9 octubre, 2017

Edwin, de niño maltratado y en la calle a soñar con un trabajo gracias a la Fundación Proyecto Salesiano de Ecuador

Edwin es un niño que participa desde hace algunos años de la propuesta educativa de la Fundación Proyecto Salesiano en Ecuador y que en la actualidad reside en el centro de acogida de la Granja Don Bosco. Una de las estrategias que promueve la Fundación es ofrecer en estos centros un ambiente educativo y de familia a los niños y adolescentes en situación de calle que tengan su vínculo familiar afectado o roto de manera definitiva. En el caso de Edwin fue el especial maltrato que sufrió el que le llevó junto a los Salesianos.

“En mi vida antes sólo me importaba yo: ni tan siquiera mi familia, vivía en la calle, me drogaba, hacía todo mal y robaba. No iba a mi casa en tres días o en una semana y no escuchaba a mis papás cuando me decían que no saliera. Les decía que no los quería y que no les importaba si me iba o no. Después me empezaron a pegar y empecé a fugarme de casa y a no ir la escuela y casi pierdo un año de estudios. Todo me estaba saliendo mal en mi vida”, comenta Edwin cuando recuerda algunos de los momentos más duros de su vida a pesar de su corta edad.

El proceso de acogida de la Fundación Proyecto Salesiano brinda servicios básicos de salud, nutrición, atención pedagógica y formación, a la vez que el equipo de trabajadores sociales realiza las gestiones necesarias orientadas a la reinserción familiar de los menores.

Edwin ha tenido que pasar por dificultades que no conocen el resto de niños de su edad y, a pesar de todo, ha visto cómo puede seguir adelante y superar los obstáculos apoyado en las manos correctas y con nuevas expectativas.

En su nuevo hogar convive con otros niños que comparten historias semejantes a la suyas. Los días se desarrollan con pequeñas rutinas que les hacen responsabilizarse poco a poco y que tienen que compaginar con acudir a la escuela: “Nos levantamos, desayunamos, hacemos la limpieza, estudiamos, jugamos, luego al almuerzo, de nuevo las tareas escolares y a jugar, aunque también participamos de talleres y aprendemos mucho”, destaca Edwin.

Ahora no está solo, ya sea en los espacios del comedor, las canchas o los dormitorios, esta nueva familia que se ha formado lo reconforta y se siente protegido. “Ahora me siento bien porque hay alguien que me ayuda, me apoya todos los días a salir adelante con los estudios y con lo que hago. Me dan la ropa, las cosas de aseo, los útiles, la comida y la educación”. Edwin tiene claras sus metas: “Cuando sea grande quiero tener una profesión, ganar mi propio dinero de manera honrada y formar una familia”.

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