George Menamparampil: “Tras la pandemia de coronavirus el mundo va a necesitar a los misioneros más que nunca”

Hace 145 años que Don Bosco envió a los primeros misioneros salesianos, ¿fueron unos héroes?

En los primeros años de la Congregación, optar por las misiones era como optar por el martirio. Muchos misioneros dieron su sangre y su vida por la fe. La mayoría nunca volvió a ver a su familia. Dejaron todo atrás: aprender un idioma nuevo, acostumbrarse a una nueva dieta, adaptarse a un clima diferente e integrarse en una cultura extraña.

¿Qué retos se presentan en los próximos años para el Dicasterio de Misiones?

El primer gran reto es encontrar los recursos humanos y materiales necesarios. Hace años enviábamos  más de un grupo de misioneros al año. En la actualidad es difícil encontrar salesianos que sientan la llamada de la misión ad gentes, ad vitam. A esto hay que sumarle la falta de vocaciones. Por otro lado, en esta sociedad cada vez más laica, el número de personas que apoya la misión y a los misioneros se ha reducido, por lo que encontrar ahora recursos materiales es cada vez más difícil. Muchas personas prefieren donar a causas como la protección de especies animales en riesgo y a organizaciones que luchan por el cambio climático.

Los misioneros salesianos siguen al lado de la población más necesitada durante la pandemia

Los misioneros salesianos representan cada día un ejemplo de servicio y dedicación hacia los más necesitados…

No hay duda. Necesitaríamos un libro entero para hacer una lista de todos los ejemplos de servicio y dedicación hacia los más necesitados. Ahora, en este tiempo de pandemia, por ejemplo, los misioneros han apoyado a migrantes y refugiados, trabajadores ambulantes, personas mayores, mujeres en situación de prostitución, huérfanos, personas sin hogar, enfermos, minorías étnicas o tribales, familias vulnerables, personas con discapacidad, niños y niñas en riesgo, personas que viven en áreas rurales…

¿Cómo sería ese libro de nombres y trabajos de los misioneros?

Estarían, por ejemplo, el padre Crisafulli que trabaja con menores prostituidas en Sierra Leona y el padre Lothar en tiempos del ébola; el padre Uba con las personas refugiadas de Palabek y aquellos que están en Kakuma (Kenia), en Lima (Perú) y en países de Europa. También estarían los que trabajan con desplazados internos en Gumbo (Sudán del Sur) y en Damasco (Siria); los que cuidan de personas con sida y lepra en Chennai (India); con las minorías de América Latina, India, Vietnam y Timor del Este; los que están trabajando en la frontera en México; los que dan comida a decenas de miles de niños y niñas en Haití, Guayaquil y otras ciudades del mundo; quienes forman a los prisioneros y ayudan a las familias de estos en India; los que trabajan para fortalecer el papel de la mujer en Togo, India y Perú; así como los que están al lado de los menores con problemas con la ley de Ravulapalem (India) o Filipinas. También los que acogen a miles de niños y niñas de la calle en Luanda (Angola), Addis Abeba (Etiopía)…

“La población siempre valora el trabajo de los misioneros en cualquier emergencia”

¿Además, ante cualquier emergencia como ésta, los misioneros salesianos siempre están ahí, en primera línea de la ayuda?

Por supuesto, todos los que responden a las necesidades de la población ante emergencias como desastres naturales como la hambruna de Korr, el terremoto de Haití o Nepal, el tsunami en Sri Lanka, los huracanes de Filipinas o Haití, las inundaciones de Kerala… sin olvidar la actual pandemia. En realidad son todos y cada uno de los misioneros salesianos en sus países de misión los que realizan una gran labor que sabe valorar siempre la población.

El mundo está cambiando y la pandemia nos va a dejar un mundo diferente. ¿La figura de los misioneros será más o menos necesaria?

Ahora es el momento para que los misioneros señalemos algo que va más allá de nuestro propio yo, ahora que todo el mundo dice que nada volverá a ser lo mismo. Bueno, yo creo que muchas cosas serán igual o peor. Porque cuando haya pasado todo volveremos a nuestro egoísmo, a las divisiones, a la explotación, a la injusticia, a la codicia, al hedonismo… y creo que cuando acabe el Covid-19 más de 500 millones de personas vivirán en la pobreza. Tras la pandemia de coronavirus, sin duda, el mundo va a necesitar a los misioneros más que nunca.