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1 junio, 2020

Aislamiento y escasez de alimentos para los refugiados de Palabek (Uganda) por el coronavirus

La emergencia por el coronavirus no está siendo muy diferente a otras crisis. Los más pobres se encuentran, una vez más, entre quien más sufren. Los refugiados están lejos de su patria y sobreviven con lo básico que les dan, soñando con la paz y con regresar a su país. No nacieron pobres ni vivieron en la pobreza. Tienen estudios, pero la guerra los llevó a huir con lo puesto para salvar sus vidas.

Esta es la situación que viven más de 55.000 refugiados en el asentamiento de Palabek, en el norte de Uganda. Los Salesianos, con cinco misioneros, somos la única institución que vivimos con ellos dentro del asentamiento. Si el coronavirus llegara al asentamiento sería catastrófico porque no hay medios sanitarios para tratarlo. Por ese motivo, desde el primer momento se decretó también el confinamiento, la prohibición de reuniones y se organizó el reparto de comida.

Si los economistas y analistas mundiales predicen que millones de personas perderán sus trabajos y otras seguridades con esta crisis, los refugiados sufren ya las consecuencias de la pandemia. En abril sólo recibieron el 70% de su ya escasa ración de comida regular para todo el mes por persona. Es decir, 9 kilos de harina de maíz, 6 kilos de frijoles, alrededor de medio litro de aceite y unos pocos gramos de sal.

Ante esta situación, en la que los niños, mayoría en el asentamiento, son empujados a la malnutrición y sus madres al estrés, los Salesianos han tomado medidas. La solución es cultivar alimentos como cereales, hortalizas, cacahuete girasol. “Ahora es importante ser muy creativo e innovador con los refugiados en la agricultura. Hemos preparado huertos de verduras y frutas, alquilado tierras a los ugandeses locales para trabajar juntos y estamos empezando a criar aves de corral, cerdos y cabras”, explican los misioneros.

La ración de alimentos se reducirá aún más por el coronavirus y la falta de fondos internacionales.

Como las lluvias continúan, la verdadera necesidad de los refugiados son las semillas y simples herramientas de mano. Debido a que la mayoría de las ONG se han ido por la incertidumbre del Covid-19, los Salesianos son ahora los primeros proveedores de servicios. “Hemos proporcionado varios cientos de kilos de maíz, frijoles, soja, cacahuetes y muchas semillas de hortalizas variadas. También hemos proporcionado algunas toneladas de esquejes de casava”, comenta el padre Lazar Arasu, director de la comunidad.

Como los refugiados sólo tienen 30 metros cuadrados para su vivienda y un pequeño huerto, los salesianos los han puesto en grupos y han alquilado tierras para ellos a los vecinos locales de Uganda. Incluso cuando ha sido necesario han arado la tierra para ellos.

Asimismo, y como la escuela técnica también está cerrada, un grupo de refugiados han aprendido a confeccionar mascarillas. Por este trabajo reciben un pequeño salario para ayudar también a sus familias y contribuyen a la seguridad de la comunidad. En las dos primeras semanas de esta experiencia se confeccionaron 1.500 mascarillas de tela para los refugiados.

Los Salesianos en Palabek, que agradecen la ayuda recibida de los ambientes salesianos de todo el mundo, reclaman más ayuda para poder comprar semillas, herramientas y tela para poder seguir ayudando a los refugiados.

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