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Ver todas las noticiasHaití intenta sobrevivir en medio del hambre, la violencia de las pandillas y sin combustible
Haití es un caos al borde del colapso. El asesinato del presidente en el pasado mes de julio, un terremoto y una tormenta tropical en los últimos meses, además de las consecuencias de la pandemia y la violencia han hecho que Haití sea hoy un estado fallido. La pobreza, el hambre, la falta de combustible y la violencia en las calles por las pandillas hacen muy difícil el día a día de millones de personas.
La desolación y el caos son las imágenes de Haití cien días después del terremoto de 7,2º que sufrió el sur país el 14 de agosto y que dejó más de 2.000 fallecidos y destruyó o dañó 130.000 viviendas. La nación más pobre de América y una de las últimas en el Índice de Desarrollo Humano (IDH) del planeta continúa sumida en la pobreza extrema, en la falta de servicios básicos y en la inseguridad por la violencia y la falta de instituciones fuertes.
Los misioneros salesianos lideraron una parte importante de la reconstrucción del país tras el devastador terremoto de 2010 y el paso del huracán Matthew en 2016. En los últimos meses han permanecido al lado de la población durante la pandemia y han repartido ayuda de emergencia y kits sanitarios a los damnificados por el último seísmo, pero también se enfrentan en la actualidad a la paralización de sus actividades por la violencia y la falta de combustible. “Hoy se puede decir que la zona sur del país se encuentra incomunicada”, dicen los misioneros.
“Nuestros proyectos de emergencia se ven comprometidos por la imposibilidad de desplazarnos y cada vez hay más personas que necesitan ayuda”
“Los robos y secuestros, el bloqueo de carreteras y la violencia frena muchas de nuestras actividades, especialmente nuestros viajes al norte y al sur del país”, aseguran los misioneros salesianos. De hecho, desde el pasado mes de mayo las bandas armadas ocupan la salida sur de la capital, lo que ha obligado a los habitantes del barrio de Martissant a abandonar sus casas para ir a vivir a un campamento improvisado.
La inseguridad se vio agravada el pasado mes de julio, cuando el presidente del país fue asesinado de madrugada en el palacio presidencial. Desde entonces, el control que ejercen las pandillas en el país se traduce en bloqueos, falta de combustible y, por tanto, también de alimentos y de electricidad. “Hay un gran vacío de poder desde entonces y la población tiene miedo. Además, dada la crisis económica que sufre Haití, miles de haitianos deciden migrar y buscar un futuro fuera”, añaden.
La violencia y la inseguridad que afecta al país impide que la ayuda llegue a la población más necesitada, que cada día que pasa es más numerosa. El pasado mes las bandas criminales secuestraron a 16 misioneros estadounidenses y a un canadiense y exigieron 17 millones de dólares de rescate. “Llevan 40 días secuestrados y en diversas partes de la capital también ha comenzado una guerra entre bandas rivales”.
Ante esta difícil situación, confiamos en que la paz y la estabilidad lleguen a Haití para que podamos continuar con la distribución de ayuda a las familias más necesitadas afectadas por la pandemia y el huracán de hace tres meses.