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Ver todas las noticiasKleber Sánchez, el ingeniero agrónomo identificado con las familias de la Granja Don Bosco Ambato (Ecuador)
Tiene 34 años y presume de tener dos madres al ser un niño adoptado cuando era muy pequeño. Inquieto, emprendedor y siempre trabajador, logró el contrato en la Granja Don Bosco de Ambato por su experiencia cuando aún no era ingeniero. Llegó para estar unos meses y lleva más de cuatro años. A pesar de las ofertas que ha recibido por cambiar de trabajo, la identificación que tiene con Don Bosco y con las familias que trabajan la tierra le hace tener claro su futuro: “Ellos están ilusionados porque aprenden y ven los resultados y yo disfruto porque hay mucho por hacer todavía”.
Kleber Vinicio Sánchez siempre quiere aprender. Desde muy pequeño mecánica, albañilería, electricidad y agricultura, más adelante también vendedor. Trabajaba durante el curso y en vacaciones, “porque yo lo que quería era trabajar”, recuerda. Tuvo la suerte de que su familia adoptiva era muy humilde y le ayudó siempre. Gracias a su tesón terminó la Secundaria, aunque siempre algunos años por detrás que el resto de compañeros.
Consiguió una beca para ir a la Universidad y decidió estudiar Agronomía en la ciudad de Riobamba, pero por dificultades económicas no pudo continuar. “Dejé de estudiar un año para trabajar. También me casé y tuve dos hijos -una niña y un niño que se llevan dos años-, así que todo pasó a ser un poco más difícil para acabar los estudios”, comenta Kleber.
Volvió a estudiar para acabar la carrera, “mientras trabajaba en una gran empresa con muchas fincas desde las siete de la mañana hasta la noche y viajaba mucho”. Pero su vida cambió cuando un amigo le mandó la oferta de trabajo para la Granja Escuela Don Bosco de Ambato. “Yo aún no era ingeniero, pero quien me hizo la entrevista sí lo era, así que conseguí el empleo por mi experiencia. Vine para cuatro meses para acabar la tesis y llevo más de cuatro años…”, explica el responsable agrónomo de la Granja Don Bosco Ambato.
El número de familias beneficiarias en la Granja Don Bosco y el terreno cultivado se han duplicado
La obra salesiana cumple un fin muy importante, porque ayuda a las familias en situación de vulnerabilidad en las técnicas agrícolas y consigue que los menores tengan una nutrición saludable. “Las familias que trabajan la tierra necesitaban mucha ayuda teórica y práctica. Siempre les digo que no se rindan, que a veces sale mal la cosecha porque sólo es una vez y ellos se preocupan”. Para Kleber, lo más importante ahora es “mi familia y la parte social. Empezaron a trabajar 20 familias en 150 metros cuadrados y ahora tenemos 55 zonas de producción. Hemos duplicado las familias y el terreno. Hemos dado semillas, herramientas… realizan producción orgánica y ecológica”, cuenta con orgullo.
En la actualidad, las familias forman una asociación, “y durante la pandemia crecieron y comercializaron los productos casa por casa. Han participado en ferias agrícolas y saben hacer mermeladas, encurtidos, helados…”, cuenta Kleber.
Las familias no pagan alquiler y lo que cultivan es para ellos y para comercializar. “El único requisito es tener limpios los lotes y ser responsables con el trabajo, porque es muy duro. Trabajan de lunes a sábado y hay más mujeres que hombres haciéndolo, pero ahora son optimistas, están satisfechos y saben que pueden crecer más”, continúa el responsable de los cultivos.
En los terrenos de Don Bosco se cultivan granos andinos, hortalizas, arvejas y habas. También hay cuyes, pollos y cerdos, y el objetivo es poder cultivar toda la finca y plantar árboles frutales. “El futuro pasa por un sistema de riego y por la mecanización. También por poder vender a un precio justo los productos”, anuncia el joven ingeniero, que tiene el sueño, como asociación que es, “de poder vender los productos a hospitales y colegios como dice la ley, pero para eso debemos tener productos todo el año”, finaliza.