Noticias
Ver todas las noticiasLos niños ‘shégués’ en las calles de la República Democrática del Congo
En la República Democrática del Congo los menores son expulsados de su hogar al ser acusados de brujería, cometer algún pequeño hurto, o se alejan gradualmente de sus familias porque, debido a la pobreza, no se ocupan de ellos. En ese momento pasan a abarrotar los barrios marginales y los mercados de las ciudades como niños de la calle o ‘shégués’. Pero a veces, algunos se encuentran con los misioneros salesianos y les cambia la vida.
El padre Eric Meert es uno de los misioneros salesianos de la Casa Mamá Margarita de Lubumbashi. Junto con Simeón, su colaborador, se acerca a diario cada noche a los niños shégués en las calles de la metrópoli africana. El primer momento siempre es el más importante porque marcará el futuro: “Hay que transmitir un afectuoso interés por ellos, en sus historias… y luego invitarles a presentarse al Bakanja Ville, el centro salesiano que hace las veces de primer asilo para los niños sin hogar”, asegura el misionero.
“Es esencial que la decisión de dejar la calle e ir al centro salesiano sea de los niños porque sólo por su voluntad puede nacer la posibilidad de una nueva vida y un futuro esperanzador y lleno de oportunidades para ellos”, reconoce el salesiano.
Cuando los menores dan este paso de acudir al centro salesiano reciben primeros auxilios, pueden lavarse, jugar en un lugar protegido bajo la atenta mirada de los religiosos y los educadores, comer un plato caliente y descansar en un lugar más cómodo y seguro que la calle.
Si los menores quieren dejar definitivamente la vida en la calle y se muestran dispuestos a seguir un proceso de rehabilitación, pasan a formar parte de otras obras salesianas que trabajan para la rehabilitación a través de la alfabetización, la escolarización, la asistencia psicológica y espiritual y, posteriormente, la formación técnico profesional: son los centros Miguel Magone y Ciudad de los Jóvenes.
El objetivo del proyecto es doble: por un lado, que puedan reunificarse con sus familias cuando sea posible y, por otro, garantizar un futuro para los menores que ya no tienen referencias familiares, porque son huérfanos o porque no pueden tener contactos o relaciones con sus padres u otros parientes debido a la violencia familiar.
Y lo mejor de todo es que la gran mayoría lo consigue y, pasados los años, regresan, agradecidos, al centro salesiano a saludar a los misioneros y a hablarles a otros chicos que vivían en la calle como ellos cuando eran niños.