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8 octubre, 2019

Ciudad Juárez: los oratorios salesianos que soñó Don Bosco en el siglo XXI

La imagen del oratorio de Valdocco en los tiempos de Don Bosco está muy presente en Ciudad Juárez. Los Salesianos en la ciudad fronteriza con Estados Unidos no están al frente de colegios ni de parroquias, sino de tres oratorios con varias hectáreas de extensión cada uno en diferentes partes de la ciudad, y por los que pasan más de 5.000 personas cada semana en sus innumerables actividades para todas las edades.

“Si Don Bosco estuviera en los oratorios que hay en Ciudad Juárez estaría sin sotana y morenito por el sol, pero sin duda disfrutaría de ver los patios llenos y con actividades adaptadas a los menores y jóvenes del siglo XXI”, destaca Juan Carlos Quirarte, salesiano que durante siete años dirigió estas obras en México y que ahora está al frente de la Oficina de Planificación y Desarrollo de la Inspectoría México-Guadalajara.

Los Salesianos llegaron hace 28 años a la población mexicana de Ciudad Juárez y levantaron su primer oratorio, llamado San Juan Bosco, sobre un terreno que era un basurero. Años después llegó el oratorio Domingo Savio, prácticamente excavado sobre una roca, y, por último, el Lupita, la abreviatura de Nuestra Señora de Guadalupe. Poco a poco se fue dando contenido a estructuras ideadas para acompañar a los menores y jóvenes más desfavorecidos, pero también a sus familias, a través de actividades de ocio y tiempo libre pero sin olvidar la espiritualidad.

Ciudad Juárez fue hace una década la ciudad más violenta del mundo con más de 300 homicidios al mes. Los cárteles de la droga, los sicarios y la migración se convirtieron en un cóctel mortal para miles de jóvenes sin futuro ni esperanza que a día de hoy sufren sus consecuencias. En los últimos años, los Salesianos desarrollaron un completo plan de actividades para que, en medio del miedo que existía en la ciudad, los menores y los jóvenes pudieran divertirse en un ambiente sano, saludable y a la vez educativo.

Así surgieron programas de acompañamiento en las tareas escolares, campamentos de verano, Pascuas en Semana Santa, colaboración con otras organizaciones dedicadas a la infancia y a la juventud en la ciudad y, sobre todo, una completa lista de actividades y prácticas deportivas que llamaron la atención de los más pequeños pero que también están ayudando a sus familias.

En la actualidad los oratorios abren sus puertas a las 8.30 horas y cierran a última hora de la noche con actividades interrumpidas los siete días de la semana y los 365 días del año: por la mañana actividades y talleres para las madres mientras los menores están en la escuela, pero por la tarde, una compleja organización que permite disfrutar a los padres mientras los hijos están entretenidos y aprendiendo. Hay escuelas deportivas, sesiones de artes marciales para pequeños y adultos, ballet, talleres de circo, pintura, escritura, skate, parkour, escalada, tirolina… y hasta un juego de invención propia, el fútbol a tres bandas, con tres equipos de tres participantes cada uno y en el que gana el que menos goles recibe.

Muchos de los menores que crecieron en los oratorios son ahora los monitores, educadores y voluntarios que dan vida a las actividades que se llevan a cabo por toda la ciudad y que incluso han sido exportadas a otros puntos del país y del continente americano. Don Bosco sigue muy vivo en el mundo, pero en esta ciudad fronteriza de México los menores y jóvenes de las periferias tienen una garantía de futuro gracias a las herramientas que les proporcionan los Salesianos.

 

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