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16 mayo, 2023

Bodas de oro sacerdotales de tres salesianos y 60 años de profesión religiosa de otro en la Procura

Cincuenta años para según qué cosas son un mundo… y al referirnos a la vocación religiosa salesiana son la mayoría de una vida dedicada a los jóvenes, a la educación, a la formación profesional, a la pastoral, a las misiones y a cargos de responsabilidad. Luis Manuel Moral, director de Misiones Salesianas; Juan Linares, director adjunto de Misiones Salesianas; Mateo del Blanco, vicario de la comunidad salesiana en la Procura; y Paulino Rabanal, encargado de la acogida de los misioneros en la Procura de Madrid están en año de celebración. Los tres primeros celebran 50 años de sacerdocio. El último, coadjutor, cumplirá en agosto 60 años de profesión religiosa.

Una extensa noticia en el desaparecido diario El Adelanto de Salamanca anunciaba la ordenación sacerdotal de 36 jóvenes en el Teologado Salesiano el 22 de abril de 1973, Domingo de Resurrección, oficiada por el obispo de Comodoro (Argentina), el también salesiano monseñor Eugenio Peison. “La vocación no es sólo un gusto, no es sólo una inclinación, no es sólo poder. La locura es Cristo y las almas”, explicaba el diario.

En ese grupo se encontraban dos compañeros y amigos a los que el destino ha vuelto a unir en la Procura de Misiones de Salesiana de Madrid, Luis Manuel Moral y Juan Linares. El primero quiso ser salesiano “por el ejemplo y el cariño que vi en aquellos salesianos que conocí en el colegio de Paseo de Extremadura cuando era niño. Quise ser como ellos”, recuerda, mientras que Juan, que era monaguillo en su pueblo de Salamanca, aceptó junto a su familia “la petición de un salesiano que llegó al pueblo buscando vocaciones. Fuimos cuatro compañeros, pero sólo quedé yo al final”, recuerda.

Todos han recorrido numerosas obras educativas, siempre al lado de los jóvenes

Entre esos 36 jóvenes también estaban, entre otros, un anterior director de Misiones Salesianas, Agustín Pacheco, y el misionero Agustín Cuevas, ambos fallecidos, y el anterior presidente de la Fundación Jóvenes y Desarrollo, Manuel de Castro.

Luis Manuel Moral, una vez ordenado sacerdote, compaginó sus estudios universitarios en Madrid con la atención por la tarde a chicos huérfanos en el colegio de San Fernando: “Era un trabajo duro porque venían de situaciones complicadas, pero con el paso del tiempo seguí manteniendo el contacto con ellos, casé a muchos de ellos, he bautizado a sus hijos…”. Después pasó por el colegio de Atocha, “12 años de vida plena salesiana dedicado a todas las actividades educativas y pastorales de los jóvenes”. Puertollano, Santo Domingo Savio y Ciudad de los Muchachos, en los últimos como director, vinieron después, tras de haber sido ecónomo inspectorial e inspector de Madrid.

Para el director de Misiones Salesianas, las bodas de oro sacerdotales “despiertan el agradecimiento a Dios por el don de la vocación y haber sido fiel a ella durante medio siglo”, comenta Luis Manuel Moral.

El sentimiento de agradecimiento por el don de la vocación sacerdotal es común a todos ellos

Juan Linares tuvo claro desde el primer momento que “quería ser misionero, y desde el noviciado ya lo pedí. De hecho, estudié Filosofía y realicé el tirocinio en Antillas, para regresar a Salamanca para estudiar Teología, Catequética y Psicología clínica, y volver de nuevo a Antillas después de ordenarme sacerdote”. En Antillas ha estado más de 40 años, y allí regresará este verano. Fundador de la Red de Muchachos y Muchachas con Don Bosco y de la Fundación Don Bosco, también fue inspector de Antillas entre 1990 y 1996. “Estoy agradecido porque la vocación religiosa ha dado sentido a mi vida y deseo seguir así porque merece la pena: uno es misionero para toda la vida”, asegura.

Mateo del Blanco nació en Robledo de la Gazpeña (León). Un tío salesiano fue su inspiración vocacional. “Él estaba en Astudillo, y cuando me invitaba y veía cómo los salesianos jugaban con los chicos, el patio, el teatro… ese ambiente de alegría fue lo que me hizo querer ser como ellos: ser salesiano”, recuerda.

Desde que se ordenó sacerdote, el 14 de julio de 1973, la mayor parte del tiempo lo ha pasado en Galicia, “Cambados, Vigo, Coruña, Ourense, Lugo… dedicado a la enseñanza y a la Psicología, la carrera que estudié para ayudar a la gente a ser más feliz. Pero también trabajando con los niños y jóvenes abandonados en los colegios hogar de Coruña y Oviedo, y en una residencia para chicos sin familia de Barcelona”. Más tarde llegó el trabajo en parroquias y, por último, su faceta como voluntario y misionero en Cuba, Costa Rica y Bolivia. En la actualidad, Mateo colabora en el equipo de formación de las personas que realizarán una experiencia de voluntariado en Misiones Salesianas.

“No sabía lo que significaba la palabra coadjutor, pero lo de enseñar un oficio a los jóvenes me gustó”

Paulino Rabanal, natural del pueblo leonés de San Justo de la Vega, tampoco dejó pasar la oportunidad vocacional de poder enseñar un oficio a los demás. “Vino un salesiano al pueblo buscando jóvenes para la zona de Barcelona. Yo conocía el seminario de Astorga y los Redentoristas, pero me gustaron los Salesianos y mi familia aceptó. Entonces no sabía lo que significaba la palabra coadjutor”, recuerda.

Fue al aspirantado de coadjutores en La Almunia de Doña Godina y al noviciado en Sarriá. Realizó una maestría en ebanistería y desde ese momento dedicó toda su vida a los jóvenes en el Hogar Ana Gironella, en Mataró, en Tarrasa, en Sarriá, en San Viçens… “allí me encargué de la escuela-empresa con los jóvenes y fue maravilloso”, y después en la Casa Inspectorial de Barcelona… para dar el salto a Madrid en 2009 y llegar a la Procura de Misiones Salesianas en 2017.

“Mirando estos 60 años de vida religiosa como salesiano coadjutor doy gracias a Dios y a mi familia por tantos salesianos, jóvenes, profesores, padres, empresarios y personas de las administraciones con los que he compartido mi vida en las aulas, talleres, deportes, excursiones, empresas…”, finaliza Paulino.

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