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16 noviembre, 2018

La infancia de Rebecca en Ghana: “A nadie le importaba mi futuro”

A Rebecca la dejaron sus padres con su abuela en una aldea de Ghana. Ellos se fueron a la ciudad para buscar trabajo y poder dar a sus hijos una vida mejor. Con 10 años tuvo que empezar a trabajar para cuidar de su abuela y de sus siete hermanos. Todos los días la misma rutina y el agotamiento de trabajar mucho, fuera en casa, descansar poco y no poder ir al colegio.

“Tiraba las redes de pesca, ayudaba a remar, vendía el pescado… y luego seguía trabajando en casa: preparaba la cena y también los fines de semana ayudaba en la granja familiar”, explica la niña. “Crecí sin ir a la escuela. Cuando decía que quería ir, la respuesta era que no teníamos dinero. A nadie parecía importarle mi educación ni mi futuro”, añade Rebecca.

“Cada día me levantaba muy temprano, madrugada, para ir al lago a pescar. Trabajaba hasta las cinco de la tarde, más de diez horas cada día sin descanso”. Es el testimonio de Rebecca, una de los más de 200 millones de niños y niñas que trabajan en el mundo, muchos de ellos en situaciones que ponen en peligro su integridad y su desarrollo.

Rebecca consiguió que sus padres la llevaran a la ciudad y matricularse en una escuela. “El problema era que no comía… Había días enteros que pasaba sin comer y caí enferma”, recuerda de esos días. Sus padres no sabían qué hacer y finalmente Rebecca llegó al centro de acogida que los misioneros salesianos tienen en Ashaiman.

“Los primeros días fueron duros para todos, tenía una actitud de indiferencia y desapego”, explican los misioneros. Pero poco a poco Rebecca se fue adaptando a su nueva vida. Aquí recibe la atención necesaria, va a la escuela, come todos los días y, además, ha encontrado cariño y protección.

Los misioneros salesianos en Ghana realizan acciones de sensibilización con las familias para que los niños y niñas vayan al colegio y no sean esclavizados y les enseñan un oficio para que puedan valerse por ellos mismos. Una labor que hace que los padres abran los ojos y conozcan la realidad que viven sus hijos e hijas. “Mi mensaje es pedir a todos los padres que cuiden de sus hijos y que los niños y niñas tenemos derechos”, dice hoy Rebecca con un futuro lleno de esperanza.

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