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8 abril, 2019

Refugiados en Palabek: la supervivencia de una joven madre

Gladys llama la atención por su estatura, su pelo, su belleza y su sempiterna sonrisa. Por si esto fuera poco, tiene sólo 23 años, un hijo de dos años y es la única mujer en la clase de la reparación de motos de la Escuela Técnica Don Bosco del asentamiento de refugiados de Palabek (Uganda). Gladys es una más entre sus compañeros, pero fuera de la escuela también trabaja con una pequeña máquina de coser arreglando ropa y, siempre que puede, se ‘escapa’ en moto a Sudán del Sur para ver a su madre y a su hijo.

El sueño de Gladys no difiere en casi nada al del resto de los refugiados del asentamiento de Palabek: la paz. Pero hasta entonces, el difícil y largo día en el campo se va llenando de pequeños sueños como la educación, actividades con los Salesianos y viajes en moto a Sudán del Sur para visitar a su familia, “a la que echo mucho de menos, igual que a Sudán del Sur”.

Tiene cuatro hermanos y cuatro hermanas y huyó de Sudán del Sur cuando el miedo y las ganas de vivir fueron más fuertes que la posibilidad de morir en cualquier momento. “Un día dispararon contra un autobús lleno de gente y me pude tirar al suelo y sobreviví, pero murió mucha gente y vi morir a mucha más, incluso familiares muy directos”, recuerda con dolor Gladys.

Gladys, el ejemplo de refugiada joven, mujer, madre y superviviente con una fortaleza increíble

Ha estado en dos asentamientos de refugiados con anterioridad, hasta llegar a Palabek para estar junto a parte de su familia y cerca de la que tiene en Sudán del Sur. Sabe conducir motos y quiere ser conductora profesional para viajar asiduamente a Sudán del Sur. Gracias a la Escuela Técnica Don Bosco, abierta por los Salesianos hace dos meses, participa en el taller de mecánica de motos. “No me importa ser la única chica, pero tengo claro que tengo que saber arreglar la moto por si se estropea cuando viajo”.

El sueño de Gladys continúa en su hijo, al que “quiero darle una buena educación”. Ojalá, reconoce, que sea posible la paz definitiva “para pensar en el futuro a largo plazo” y que Gladys pueda seguir sonriéndole a la vida sin la preocupación de hasta cuándo tendrá que estar en un asentamiento de refugiados.

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