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15 septiembre, 2017

Shata, el niño de la calle de Ghana al que los Salesianos enseñaron a reír

Shata, un niño de la calle al que sus padres abandonaron al nacer porque se dieron cuenta de que no era, como ellos dicen, hermoso, es decir, normal. Shata no habla inglés, pero sí el idioma de la gente y se hace entender; tiene una deformación en la cabeza y problemas en las piernas, pero corre y salta como cualquier niño. Fue recogido de las calles de Sunyani por el ‘father’ Uba, como lo conocen allí miles de chicos.

 

El misionero salesiano Ubaldino Andrade ha empezado este año una nueva etapa como director en Don Bosco Boys Home (Casa Don Bosco para Chicos de la Calle) de Sunyani, en Ghana, donde reconoce que “cada chico es como un libro en el que la portada ya es atractiva y cada capítulo me envuelve poco a poco al enterarme de sus vidas, contarme sus alegrías y tristezas, sus planes, sus esperanzas y sus sueños”. Vidas como la de Shata.

Parece una gran contradicción que al que llaman feo y se burlan de él encuentre como atractivo ver su rostro en un pedazo de espejo… En este poco tiempo Shata también se ha hecho querer por su generosidad: “Más de una vez lo he visto compartiendo con el resto lo poco que tiene, y cada día, cuando regresa del colegio, se cambia de ropa y se pone a limpiar y fregar todo lo que encuentra sin que nadie se lo pida”, resalta el salesiano. 

“Shata tiene un tesoro: es un pequeño espejo roto, no más grande que la palma de su mano y que lo cuida como lo más preciado en el mundo. Me propuse hacerlo reír y lo logré, no sin esfuerzo”.

Hace unas semanas, Uba acompañó a Shata a la ciudad donde lo recogieron abandonado, enfermo y sucio para localizar a su madre y poder tener algún documento que acredite su edad. Para sorpresa del salesiano, “muchísima gente lo reconoció y se sorprendía, tal vez porque lo daban por muerto. Shata también los reconocía y saludaba pero se tapaba la cara abrumado”.

Pero la verdadera sorpresa fue saber que no lo llamaban Shata, sino de muchas maneras, entre ellas una muy repetida: “Ébola por verlo sucio, enfermo y abandonado en la calle”.

El padre Uba finaliza con una reflexión: “A pesar de que no somos profesionales, y de que a veces no sabemos qué hacer, puede ser que a los chicos, como a Shata, les estemos ofreciendo la mejor medicina para sus vidas: amor”.

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