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Ver todas las noticiasLa emergencia humanitaria permanente que vive Siria cinco meses después del terremoto
El terremoto en el norte de Turquía el pasado 6 de febrero de madrugada, y que afectó gravemente al norte de Siria, encontró en Alepo una ciudad débil y una sociedad cansada por la guerra. La emergencia puso a prueba, una vez más, a la población de Siria, que demostró su solidaridad en medio de la necesidad colectiva. Los Salesianos en Alepo abrieron las puertas de la Casa Don Bosco y cientos de personas encontraron allí seguridad, compañía, desahogo y fe. Cinco meses después del terremoto, el superior de los Salesianos en Oriente Medio, el misionero Alejandro León, reflexiona sobre lo experimentado en este tiempo en clave de esperanza.
Cuando se cumplen cinco meses del terremoto que afectó de manera muy especial al debilitado territorio de Siria, el superior de los Salesianos en Medio Oriente reflexiona en clave de esperanza sobre la ola de solidaridad, interna y externa, que ha vivido y que sigue necesitando el país.
“Una frase me hizo reflexionar cuando entré en una reunión formativa de un grupo de adolescentes de 15 y 16 años”, explica Alejandro León, misionero salesianos venezolano y superior de los Salesianos en Medio Oriente. “No sé cuál era el argumento que estaban tratando, pero una chica dijo: ‘Aquí nos han enseñado a ver nuestro vaso medio lleno y no medio vacío… El problema es que nuestro vaso no está sólo vacío, está roto’”.
“La frase puede parecer exagerada, o un desahogo después de la experiencia del terremoto. No estoy de acuerdo con ella, pero hay algo que me lleva a pensar y ver con empatía la situación existencial de estos jóvenes”, explica Alejandro León.
“Son jóvenes que no tiene ningún recuerdo vital que no tenga como contexto la guerra; han vivido durante años sin electricidad, sin agua, con escasez de comida y combustible; vivieron en una ciudad asediada; preocupados por los ataques con armas químicas o simplemente de misiles; todos lloran a algún familiar muerto durante la guerra; viven en una constante depresión económica (años de guerra, sanciones internacionales, la explosión en el puerto de Beirut y la quiebra de la banca libanesa); han vivido epidemias de cólera y la del Covid-19… y ahora un gran terremoto y otros seísmos, al menos cuatro, que superaron los 6 puntos en la escala Richter)”, reflexiona el salesiano.
Don Bosco Alepo ha llegado a acoger y a ofrecer comida a 800 personas afectadas por los seísmos
Eran las 4.17 de la mañana del 6 de febrero cuanto la tierra tembló. El patio de la casa salesiana de Alepo comenzó a llenarse de personas buscando seguridad en una zona lejos de los edificios. Reinaba la angustia y la incertidumbre. El director de Don Bosco Alepo, el padre Mario Murru, aseguró que “nuestra casa estará siempre abierta para quien lo necesite”. A la hora de comer eran 50 personas las refugiadas en casa. Para la cena eran 300 personas. Este número fue creciendo paulatinamente en los siguientes días, hasta llegar albergar 500 personas. El 21 de febrero otro fuerte terremoto refrescó lo vivido y, dos horas después, 800 personas se refugiaban en la casa salesiana.
Sin embargo, en Don Bosco Alepo los jóvenes, que siempre han participado de las experiencias de campamentos juveniles, se convirtieron de repente en líderes naturales de la gestión de emergencia. “Era conmovedor ver el respeto, que los adultos daban a los jóvenes… No por ser autoridad nombrada, sino por la autoridad moral ganada con el generoso servicio prestado”, continúa Alejandro León.
“El amor ha hecho superar barreras que ninguno se podría imaginar. Por amor a los hijos, por amor a los padres, por amor a los amigos, por amor a Dios… En un momento en que no había razones para esperar nada… Se encontraron personas por quién luchar con esperanza y todos, ricos y pobres se convirtieron en necesitados y compartieron lo que tenían”, recuerda Alejandro.
Los Salesianos protegieron no sólo de los seísmos, sino también de la soledad y la desesperación
A la población le bastaba una razón para quedarse con los Salesianos: “Estamos más seguros en la casa de Dios”. Pasado el tiempo, “reconozco que, efectivamente la Casa de Dios protegió a muchos no sólo de los movimientos sísmicos, sino sobre todo de la soledad y de la desesperación a través de la celebración de la eucaristía -cada mañana- y del santo rosario en la noche”, explica el salesiano.
El superior de los Salesianos en Oriente Medio agradece a todos “los que se han convertido en prójimo de los hermanos sirios en necesidad; gracias a todos los que rezan por las víctimas, gracias a todos los que de cualquier modo ayudan en esta situación límite que nos toca vivir. Mi sincero agradecimiento a todos los que, a través de Misiones Salesianas, nos ayudan a estar al servicio de quienes están más necesitados”.