Qué hacemos
Educación
La educación de calidad de niños y jóvenes, especialmente los más desfavorecidos, es nuestra razón de ser. Guarderías, alfabetización, colegios, formación profesional, universidades… Más de un millón de niños y niñas en el mundo reciben educación en nuestros centros salesianos.
Infancia y juventud en riesgo
Millones de niños y jóvenes viven en la pobreza y la exclusión. Niños de la calle, niños explotados, traficados, niños soldado… Para ellos, contamos con centros de acogida y programas especiales.
Fomento del acceso laboral
La formación profesional ofrece a la persona la posibilidad de aspirar a una vida digna a través de su trabajo. Por ello la capacitación laboral es una de nuestras prioridades.
Alimentación
La alimentación es una necesidad básica. No podemos pretender educar a los niños y a los jóvenes si estos tienen el estómago vacío, porque no aprovecharán el tiempo en las aulas.
Acceso al agua potable, saneamiento y salud
El agua es fundamental para la vida, pero no es un recurso al alcance de todos. Más de 800 millones de personas no tienen acceso a agua potable. Pozos, tanques, mejora en los saneamientos…
Fortalecimiento del papel de la mujer
El papel de la mujer es crucial en la sociedad. Sustenta la familia y es motor de desarrollo. Formación de líderes locales, educación, fomento de pequeñas empresas…
Trabajo en minorías
Creemos en el poder que tienen las tradiciones y la pertenencia a un grupo étnico, cultural, o religioso. Es por ello que trabajamos en dotar de oportunidades a las minorías.
Emergencias
Los misioneros salesianos presentes en más de 130 países de todo el mundo no pueden no dejarse interpelar ante el sufrimiento de la gente por desastres naturales, guerras, hambrunas…
Sensibilización
No podemos cambiar las situaciones que no conocemos. Por ello trabajamos a diario en dar a conocer la realidad que viven los países más desfavorecidos.
Transmisión de valores cristianos
Los valores cristianos son universales y entroncan directamente con los derechos humanos. El mensaje cristiano no debe reducirse a la catequesis, celebraciones, ritos o construcción de iglesias. Es servicio al ser humano sea cual sea su condición, raza, cultura, identidad o idioma.