Salesianos en Sierra Leona y Ghana
SIERRA LEONA
Don Bosco Fambul y los Salesianos son conocidos y reconocidos en toda Sierra Leona. Desde la llegada al aeropuerto cualquier cosa que lleve el nombre de Don Bosco te abre puertas, te otorga protección y te da seguridad. Es, sin duda, el pago al trabajo de años con los menores y jóvenes más vulnerables, excluidos y discriminados por la sociedad.
La labor diaria de los Salesianos siempre estuvo unida a los chicos: menores soldados, con problemas con la ley, niños de la calle… pero en los últimos años esa situación ha cambiado y los misioneros también se han encargado de las menores que han quedado huérfanas por el ébola, han instaurado talleres de capacitación laboral para jóvenes, se han ocupado de las menores abusadas y, desde hace un año, intentan sacar de la calle a menores en situación de prostitución.
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GHANA
Los Salesianos en Ghana cumplen 25 años de presencia en el país anglófono. El primer grupo misionero llegó en 1992 a Suniany y, como en tantos países de los cinco continentes, los misioneros destacan por su trabajo educativo, centrado en los niños en riesgo de exclusión y también con una reconocida labor en favor de los menores traficados. Gracias a la capacitación técnica que imparten en numerosos centros muchos jóvenes tienen una oportunidad de futuro.
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31 de octubre de 2017
Los peluches, claves en el comienzo del programa de menores en situación de prostitución en Don Bosco Fambul
Después de años saliendo a las calles por la noche a buscar a niños en situación de calle por los mercados, los Salesianos se dieron cuenta de que había muchas menores ejerciendo la prostitución. En septiembre del año pasado, el salesiano Jorge Crisafulli se acercó a un grupo de ellas y les preguntó si no les preocupaba su salud y que si no tenían sueños por cumplir. Las invitó a ir al día siguiente a Don Bosco Fambul, donde comerían, se asearían, descansarían y las acompañaría a una revisión médica al Connaught Hospital de Freetown.
Seis chicas de las siete que había en aquel grupo fueron al día siguiente y la mayoría repitió el gran plato de arroz que les ofreció Jorge. Antes de ir al médico el misionero salesiano se acordó de que tenía unos muñecos de peluche y le dio uno a cada una.
En ese momento, al comprobar la ternura con la que los cogían y acariciaban y cómo se lo ponían a la espalda con una tela como llevan las mujeres africanas a sus bebés, se dio cuenta de que eran niñas y de que debía comenzar un programa para sacarlas de la calle, ya que habían recurrido a la prostitución para sobrevivir y vendían su cuerpo por el equivalente a unos céntimos de euro para poder comer, comprarse ropa y, en el mejor de los casos, para pagarse sus estudios, pero sin saber nada de los riesgos ni las consecuencias.
Así nació el programa ‘Girls OS+’ (Os, en criollo, significa refugio). Los análisis clínicos ofrecen una gran variedad enfermedades: sífilis, gonorrea, hepatitis, sida… pero Don Bosco Fambul les proporciona atención sanitaria, tres comidas al día y también una casa en la que viven y por la que han pasado varias decenas de chicas en estos meses con los únicos objetivos de retomar los estudios y de reinsertarse con sus familias, algo que, poco a poco, van consiguiendo con gran convicción.
1 de noviembre de 2017
Veriattu y Victoria, dos infancias rotas por los abusos y la calle
Veriattu y Victoria son amigas y, ahora sí, le sonríen a la vida. Se conocieron en la calle y ambas son menores de edad. Juntas creían ser más fuertes, al menos para sobrellevar la humillación de hacer algo contra su voluntad por la necesidad de sobrevivir.
Veriattu tiene 13 años y le gusta que la llamen Otto. Nació en la calle, de una madre con problemas psíquicos y con una abuela que vivía en la calle. Desde pequeña la utilizaron para mendigar acompañando a discapacitados. Cuando hace dos años empezó a ser consciente de que necesitaba ropa y ser autosuficiente no vio otra forma mejor y más fácil de conseguir dinero que prostituyéndose. En la actualidad estudia peluquería.
Victoria destaca por su tez negra y sus ojos expresivos. Su padrastro la rechazó de pequeña y una tía le ofreció ir a estudiar a la capital cuando era una niña. Sin embargo, la utilizó para ir a vender al mercado y un día que perdió el dinero la pegó con saña. Otro día su tío intentó abusar de ella y entonces se escapó de casa. También abusaron de ella en la calle mientras dormía, así que de pedir limosna pasó a la prostitución.
Ambas comenzaron juntas en el programa de Don Bosco Fambul para menores en situación de prostitución hace un año y se muestran felices.
2 de noviembre de 2017
Isathu y Marilyn, dos hermanas unidas en la desgracia y ahora en la felicidad
El padre de Isathu y Marilyn las envió hace dos años a la ciudad porque en su aldea no tenía trabajo ni dinero para mantenerlas. En Freetown se encontrarían con su madre y estarían con ella. Sin embargo, lo que se encontraron las dos hermanas fue a una madre que sobrevivía mendigando y que vivía en la calle.
A pesar de tener entonces sólo 12 y 11 años, respectivamente, se vieron obligadas a mendigar y de ahí a la prostitución, animadas por otras chicas como ellas, sólo un hubo un pequeño paso del que apenas fueron conscientes. “Los hombres nos pagaban entren 20.000 y 25.000 leones (3 euros), a veces nos pegaban, otras nos robaban… no nos gustaba esa vida, sólo queríamos ir a la escuela”.
Mendigaban por el día, se prostituían por la noche para poder comer y dormían sin un lugar fijo y a la intemperie. Su vida cambió cuando un trabajador social de Don Bosco Fambul que buscaba niños de la calle les preguntó sus nombres, su edad y lo que hacían por la noche y las invitó a visitar el centro de los Salesianos.
En el último año, no sólo han salido de la calle, se han tratado la hepatitis C y se han alimentado, sino que también han regresado a la aldea junto a su madre y han vuelto a la escuela. “La mayor alegría de su padre fue verlas regresar sanas y que hayan podido volver a estudiar”.
3 de noviembre de 2017
Adbul, otro héroe superviviente de la violencia cruel contra los menores
Abdul tiene 12 años y sabe que en una parte de su cabeza no le crecerá jamás el pelo. Un juego con sus amigos le ha salido tan caro que casi le cuesta la vida. Los Salesianos luchan por ver en la cárcel a quiénes le infligieron tanto dolor sin sentido.
Jugaba a policías y ladrones en su casa cuando decidió esconderse en la casa de unos vecinos y para ello saltó una valla. Nada más se supo de él durante seis días. El juego acabó en un secuestro por parte de sus vecinos y en maltrato hasta lo inimaginable: sin comer, golpes con mimbre, cinturones y cables de acero, cortes, descargas eléctricas y, lo peor, la cabeza quemada con una plancha.
A los 6 días escapó mientras sus captores dormían y paró una moto en la calle. Era un militar y lo llevó a la Policía que, inmediatamente avisó a los Salesianos de Don Bosco Fambul. Los maltratadores están detenidos, pero han querido reiteradamente llegar a un acuerdo económico para olvidar el caso y los misioneros salesianos se han negado.
En el primer juicio ellos se presentaron con 12 abogados defensores que acorralaron a Abdul con preguntas en un inglés que apenas entiende: “Así que jugabas a policías y ladrones y tú eras el ladrón, ¿verdad? ¿Tú eres un ladrón? Y Abdul asintió sin saber lo que decía.
Gracias a una importante campaña de medios, el país se ha puesto a favor de Abdul y de los Salesianos y este mes de celebrará el juicio en la Corte Suprema. Los agresores están en prisión preventiva y Adbul luce un aparatoso vendaje y recibe cura a diario. Lo peor son los traumas y los sueños persecutorios que sufre, pero la custodia la tienen los Salesianos y confían en su recuperación. Desde España, un cirujano plástico ha dicho que el proceso es lento y no tendrá pelo, pero la piel se regenerará bien.
4 de noviembre de 2017
El gran campamento urbano de la esperanza para quienes lo perdieron todo en los deslizamientos de tierra de agosto
Don Bosco Fambul, ya de por sí una instalación pequeña pero siempre aprovechada al milímetro, se ha convertido en un gran campamento urbano para 227 personas que lo perdieron todo el pasado mes de agosto en los deslizamientos de tierra y las graves inundaciones que sufrió la capital, Freetown: es el campamento de la esperanza.
El 14 de agosto, de madrugada, la colina Sugar loaf (pan de azúcar) se vino abajo por las fuertes lluvias y el lodo y las piedras arrasaron todo lo que encontraron a su paso. El balance fue, una vez más, descorazonador para un país que siempre sobrevive a las tragedias (miseria, guerra, ébola…): más de 800 muertos -la mayoría sepultados para siempre- y más de 7.000 personas desplazadas.
Desde el primer día el Gobierno de Sierra Leona acudió de nuevo a Don Bosco Fambul para pedirle que atendiera a una parte de los desplazados, y así lo hace desde aquel día. 227 personas viven en Fambul en tienes de campaña, duermen en colchonetas y se organizan para empezar de nuevo una vida que perdieron aquella madrugada. Todos han perdido a familiares, y Don Bosco acoge a 142 niños que ya van a la escuela, algunos de ellos huérfanos, muchas madres con bebés, dos jóvenes que han dado a luz en estos meses, cinco que están embarazadas y dos ancianas.
Al día son más de 200 kilos de arroz los que se cocinan y más de 250 panecillos que hay que comprar, pero también es el agua, es gasto del generador eléctrico, el colegio, la ropa… nada comparado con el sufrimiento de estas personas y que Don Bosco Fambul ha aceptado con cariño y gracias a las ayudas que le llegan de todo el mundo.
Las mujeres organizan cada mañana el aseo y la limpieza de las tiendas y los patios. Reciben clases de peluquería, de costura y de marroquinería mientras los educadores atienden y juegan con los pequeños por las tardes. Entre ellos hay varios casos de huérfanos que han perdido a toda su familia. Sara, por ejemplo, tiene dos años y te saluda y corre a verte en cuanto te ve. Aquella noche lloró desconsoladamente cuando una tía suya se iba de su casa. Tanto lloró que decidió llevársela a dormir con ella y fue la única de la familia que logró salvarse. Ahora es una de los muchos ángeles que tiene Don Bosco Fambul.
5 de noviembre de 2017
El sueño cumplido de una menor de salir de la prostitución gracias a Don Bosco Fambul
Aminata tenía hace cinco meses un sueño: salir de la prostitución, a la que había llegado por necesidad para sobrevivir, y regresar a la aldea en la que vivía su abuela, mayor y enferma para estar con ella. Su decisión, la fuerza de voluntad para romper con el pasado y la ayuda de los Salesianos han convertido en poco tiempo ese sueño en realidad.
Don Bosco Fambul la ha ayudado a reunirse con su abuela y a empezar un pequeño negocio de peluquería y de venta de comestibles en su propia casa. Hace unos meses reconocía que su abuela era la persona que más quería en el mundo, hasta el punto de que se hizo un tatuaje para que la pudiera reconocer al verla.
Han pasado los años desde que abandonó la aldea de Pepel y el momento del reencuentro se ha producido. Aminata cuenta que algunos la creían muerta y por eso la alegría ha sido mayor aún. Poco menos que se ha convertido en un ejemplo de éxito y todos la admiran por la dedicación a su trabajo y la atención a su abuela.
Compagina sus conocimientos de peluquería con la venta de comestibles y útiles de primera necesidad, y en pocos meses se ha convertido en proveedora diaria para los trabajadores de la minería y del puerto que trabajan cerca de su casa.
Pero lo más importante ha sido ver a Aminata al natural: sin pinturas, ni ropas, ni gestos provocativos, sensata, cariñosa y, sobre todo, agradecida a Don Bosco por haberla animado y ayudado a cumplir su sueño.
Es tan consciente de lo que ha conseguido y del futuro que tiene por delante gracias a su esfuerzo y a su trabajo que no ha dudado en acompañarnos a Freetown de vuelta para hablarles al resto de chicas del programa de los Salesianos ‘Girls Shelter+’ para animarlas a que cumplan también sus sueños al margen de la prostitución.
6 de noviembre de 2017
Pasado y presente de Angola Town gracias a Don Bosco Fambul: de suburbio a barrio modelo en Freetown
Angola Town era un suburbio con un único acceso y laberínticos y estrechos espacios en el que 1.200 personas vivían hacinadas en casas de madera y chapa. Era un suburbio situado enfrente de Don Bosco Fambul, en la capital de Sierra Leona, hasta que un fuego lo redujo a cenizas en menos de dos horas el 1 de diciembre del año pasado.
Los Salesianos acogieron desde la primera noche y durante un mes a más de 300 personas en su obra, igual que ocurre en la actualidad con los damnificados por el deslizamiento de tierra y las inundaciones de agosto. A partir de ese momento, Don Bosco Fambul se comprometió a ayudar a las familias con materiales y ofrecer comida a quienes trabajaran en las nuevas edificaciones, pero con una condición: todo se construye con el trabajo común, y así lo están haciendo.
El objetivo es que Angola Town deje de ser un suburbio y se convierta en un barrio modelo no sólo por las viviendas y los servicios, ya que llegará la luz eléctrica, sino porque se está construyendo comunidad desde el primer día: “Todos se reúnen, todos construyen la casa de los vecinos y se puede decir que se han levantado de las cenizas”, asegura Jorge Crisafulli, director de Don Bosco Fambul.
La familia Bangura destaca entre todas ellas. El señor Bangura es musulmán y tiene 26 hijos con cuatro esposas diferentes. El hijo mayor tiene 17 años y todos forman un pequeño ejército en el que él es el capital general por la disciplina que impone. Suya es la casa más grande, con tres dormitorios, pero todos los hijos a partir de los 7 años colaboran de alguna u otra manera en la construcción de viviendas para el resto de los vecinos.
El objetivo inmediato es que las pequeñas carpas que aún quedan y en las que viven algunas familias desaparezcan, pero a medio plazo se quieren impartir talleres educativos y formativos para los padres y para los hijos para mejorar la convivencia y el futuro del barrio.
Con poco dinero se ha conseguido, en un año, rehabilitar una zona devastada y unir a la población con el ideal de hacer un barrio distinto, con casas humildes pero pintadas de colores alegres. De momento, el Gobierno de Sierra Leona ya se ha interesado y quiere visitarlo para intentar aplicar el proyecto de los Salesianos en otros lugares y que desaparezcan los suburbios en la capital de Sierra Leona.
7 de noviembre de 2017
La lucha de los Salesianos contra la explotación y el tráfico de menores en Ghana
Entre los innumerables problemas que tiene África con la infancia se encuentran la explotación laboral, la esclavitud de los menores y la venta de ellos que realizan sus familiares, muchas veces con el único objetivo de saldar una deuda. En Ghana, sólo en la región del Lago Volta, las estimaciones hablan de 21.000 niños trabajando y sin ir al colegio.
Los Salesianos, preocupados por esta situación, intentan cambiarla a través de sus Centros de Protección de la Infancia (Child Protection Center – CPC). En Tema, una ciudad al lado de la capital, Accra, los misioneros salesianos atienden a 56 menores (46 chicos y 6 chicas) entre 7 y 17 años, que llegan con traumas, han sido abusados y o bien nunca han ido a la escuela o la tuvieron que abandonar muy pronto.
Emmanuel Anani, Ema, tiene 11 años y está desde hace tres meses en el centro. Los menores llegan a los Salesianos a través de otras ONG o de la Policía tras recibir una denuncia de algún vecino. En el centro reciben clases de nivelación académica por la mañana y por la tarde actividades de ocio y tiempo libre.
El caso de Ema no difiere del de otros chicos de su edad. Su madre se separó y se fue con otro hombre, así que dejó de contar para la familia. Lo enviaron con una tía a la región del Lago Volta y allí poco a poco fue abandonando la escuela porque su tío lo empezó a utilizar para salir a trabajar con él y achicar agua del bote en jornadas interminables y lo maltrataba físicamente.
Cuando llegó al centro Ema era agresivo y no prestaba atención por nada. Poco a poco ha ido superando los traumas y ahora presume de tener amigos y de estar muy contento por volver a aprender en la escuela. Tiene claro cuál es su sueño: llegar a ser director de un banco.
8 de noviembre de 2017
Daniel, el menor que creció en la calle y que destaca por su inteligencia en el Boys Home de Sunyani (Ghana)
Con sólo verlo sabes que Daniel es especial. A pesar de sus 10 años, destaca. No está quieto, apenas presta atención en clase pero es el más rápido en responder con acierto y entiende y habla inglés como ningún otro chico. Si estuviera en el mal llamado primer mundo diríamos que sufre un Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) y estaría medicado, pero en África es un espíritu libre al que hay que domesticar con paciencia y sin presión hasta dar con la tecla de lo que le motive.
Su madre sufre un pequeño retraso mental y fruto de uno de los abusos que sufrió nació él. Se crió prácticamente en la calle y todo el barrio de Odumase lo conoce y lo saluda llamándolo Bowobra. Hace tres meses se escapó del Boys Home Don Bosco de Sunyani y estuvo dos semanas desaparecido, sobreviviendo gracias a la ayuda de toda la comunidad que lo conoce desde que nació.
Cuando ayer lo acompañamos al centro juvenil para que sacara toda la energía que lleva en los juegos, el educador suspiró esperando que esta vez no peleara con nadie… Poco después nos pidió que lo llevásemos a su casa, muy cerca, para ver a su madre, pero no estaba. Sin embargo, su abuela, al vernos, preguntó preocupada que qué había hecho mal esta vez Daniel…
La Casa para Chicos de Don Bosco en Sunyani acoge en la actualidad a 63 menores que provienen de las calles, han sido traficados, maltratados o provienen de familias pobres que no pueden atenderlos y los abandonan. Con los Salesianos saben que tienen la seguridad de comer tres veces al día, de recibir una educación no formal, de nivelación o la enseñanza de un oficio gracias al cual tendrán mejores oportunidades en el futuro.
En los más de 20 años que lleva el centro abierto han pasado por él más de 400 menores y, según el padre Ubaldino Andrade, director de la obra salesiana “muchos han logrado su sueño de ser maestros, policías, mecánicos, carpinteros… e incluso algunos están trabajando en Alemania y en Estados Unidos gracias a las becas que lograron al poder ir a la Universidad”.
Los jóvenes que viven en el Boys Home de Sunyani se encuentran ante la disyuntiva de estar acompañados y cuidados aunque con unas normas de disciplina y potenciando el esfuerzo o contar con la libertad de la calle pero también con el miedo y la amenaza de no tener futuro. Por fortuna, la inmensa mayoría entiende el mensaje de Don Bosco su corazón queda conquistado para siempre por el ambiente alegre y familiar.
9 de noviembre de 2017
El hermano John, el ejemplo de un salesiano joven de 89 años en Ghana
Italiano de nacimiento, al hermano Juan, pero al que todos llaman John, África le llegó por casualidad. Era un trabajador incansable en las escuelas técnicas y organizaba todo tipo de competiciones deportivas, pero la ‘Operación África’ del Rector Mayor don Viganó le obligó a decidirse por las misiones a sus 56 años: “Te doy tres días para que te lo pienses y para que me respondas que sí”, le dijo su inspector… y así llegó a Ondo, en Nigeria en 1982.
Nunca necesitó aprender inglés, porque con una guitarra y con los juegos salesianos siempre supo comunicarse con los más jóvenes y hacerlos estar alegres. Era feliz siendo el ‘hombre blanco’ para los nigerianos y disfrutaba poniendo películas sobre la vida de Don Bosco, haciéndolas entender y llevándolas a la práctica con el estilo del oratorio salesiano.
Su vida misionera cambió para mejor cuando llegó la donación de un autobús, que no dudó en transformar hasta convertirlo en un cine andante con sus carteles, sus altavoces, su pantalla grande… y así un día tras otro se movía por las aldeas haciendo felices a los pequeños. En una ocasión intentaron robarle el autobús y se enfrentó a los ladrones, que le dispararon en una pierna.
Por la edad tuvo que dejar esa gran afición, pero igual que en Nigeria conducía el tractor como nadie, ahora, en Ghana, donde lleva desde el año 2011, no falta un día al centro juvenil para jugar con niños llevando y trayéndolos con gran destreza entre los socavones del camino en su camioneta.
Su juego ya famoso es el de las galletas. Un cuadrado con números al que se tiran fichas grandes que van sumando siempre que no toquen las líneas. Él apunta los resultados en la arena con un palo y el ganador obtiene una galleta como premio. Los niños lo adoran porque es un salesiano con alma de niño, como quería Don Bosco.
Reside en el Noviciado Salesiano de Sunyani, donde no falta a su paseo por la granja por la mañana y a su cita por la tarde con los menores. Lo que si echan en falta en la despensa de la casa salesiana siempre son las galletas, que las prepara y envuelve con mimo cada día para premiar a los pequeños campeones de su juego.
10 de noviembre de 2017
La historia de Edo, o cómo empezar de cero en la adolescencia hasta encontrar la vocación
Edo tiene 18 años y como tantos otros menores, adolescentes y jóvenes de Ghana su historia tiene rasgos comunes de desestructuración familiar, entrega a los abuelos, explotación laboral, desplazamiento y, finalmente, rescate y una nueva vida gracias a Don Bosco.
Los padres de Edo murieron cuando era niño y eso en Ghana afecta a la situación social. Aunque fue enviado junto con sus hermanos a la región del Lago Volta, su abuela, pobre y muy mayor, no pudo atenderlos, así que aceptó la oferta de un pescador para que empezaran a trabajar con él. Desde ese momento dejó de ir a la escuela y después de varios años fue rescatado por una ONG que se ocupa de los niños explotados y que se lo entregó a los Salesianos.
Desde que llegó al Boys Home (Casa de Chicos) de Don Bosco, en Sunyani, tuvo claro que no le gustaba la escuela y que quería aprender un oficio. Estuvo tres años en el programa escolar y viviendo junto al resto de menores y adolescentes. Cuando aprendió a leer y a escribir bien los Salesianos le proporcionaron la oportunidad de aprender carpintería y cerrajería en un taller.
El objetivo de Edo es regresar a su aldea y montar allí un negocio. Durante el año visita tres veces a su abuela y a sus hermanos para no perder el contacto familiar. Ha encontrado su vocación hasta el punto de que su tutor está tan contento con él que le da el desayuno todos los días y una pequeña gratificación semanal por los trabajos que ya realiza él sólo.
Con la sonrisa en la boca se muestra muy agradecido a Don Bosco y a los Salesianos porque gracias a ellos es consciente de que cuando regrese a su aldea trabajará en lo que le gusta y él mismo será su propio jefe. Su sueño entonces será ayudar a otros jóvenes que no han tenido esa oportunidad y siguen trabajando en la pesca casi de sol a sol.
Como en tiempos de Don Bosco, los Salesianos realizan pequeños contratos con talleres de diversas ramas técnicas para que desarrollen en ellos programas de formación de tres años de duración y así los alumnos aprenden el oficio a base de practicarlo a diario. Los Salesianos los ayudan con la alimentación, el seguimiento y el pago de un pequeña casa en la que viven junto a otros alumnos, los llamados Group Home.
11 de noviembre de 2017
Peprah, un nigeriano rey de la chapa y pintura en Ghana
Con sólo 18 años Peprah ya sabe lo que es trabajar en un hotel lavando sábanas, viajar solo desde Nigeria a Ghana y ver cómo la familia se rompe por el alcoholismo de su padre. Todo eso antes de cumplir la mayoría de edad y de encontrarse con los Salesianos.
Nació en Nigeria porque hasta allí viajó su padre desde Ghana para trabajar en lo que se conoce como ‘pastos verdes’ (lo que surja). En Nigeria conoció a su madre y nació él, pero poco después el padre perdió el trabajo y comenzó a beber, perdiendo a su esposa, que se separó de él, y a su hijo, que fue, como ocurre siempre en Ghana, llevado con los abuelos.
En uno de los trabajos esporádicos que consiguió el padre conoció a los Salesianos. Iba a limpiar la casa y uno de los Salesianos era de Ghana. Años después, cuando el salesiano fue enviado a Ghana, mantuvo el contacto para intentar que el padre y Peprah regresaran a Sunyani. El padre regresó primero y el hijo se quedó solo en Nigeria.
Sin embargo, el joven Peprah tenía claro que quería ganarse la vida por su cuenta y que no quería estudiar. En Nigeria trabajó en un hotel lavando sábanas y cuando llegó a Ghana, sin saber nada de inglés, dijo que no quería ir a la escuela. Estuvo dos años viviendo en el Don Bosco Boys Home y destacó rápido por su inteligencia, aunque su sueño siempre fue otro: arreglar los golpes de los coches y pintarlos.
Desde hace un año trabaja en un taller en el que le ha enseñado el oficio y que reconoce que lo hace muy bien. Se ha fabricado su propia bicicleta para ir a trabajar y pasa horas y horas puliendo los detalles de los coches en el taller para dejarlos como nuevos. Vive junto a otro cuatro jóvenes que están aprendiendo un oficio en un Group Home (una casa pequeña) que le pagan los Salesianos.
A pesar de los traumas, abandonos y explotación que han sufrido los menores del Boys Home ninguno habla con rencor de su familia y hasta la visitan varias veces al año en vacaciones y quieren volver a sus aldeas cuando acaben de estudiar o aprendan un oficio. Peprah, por ejemplo, no culpa a sus padres de lo ocurrido en su infancia sabe que su madre se casó y que es el mayor de otros cuatro hermanos del nuevo matrimonio….