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28 septiembre, 2021

Andafitrazo y Matsà, la vida en medio de las dificultades por la pandemia y la sequía de dos pueblos malgaches

Las consecuencias de la pandemia siguen causando estragos entre la población más humilde. A las dificultades para generar recursos se unen otras derivadas de la crisis medioambiental. Madagascar no es una excepción, y el comienzo del año escolar ha venido acompañada de una sequía que continúa desde el año pasado. En estas condiciones, garantizar un mínimo tentempié a los pequeños malgaches en las aulas significa permitirles una comida extra, y eso es mucho de lo que pueden ofrecer en estos momentos las familias desfavorecidas de Madagascar.

La población de Madagascar está atravesando por graves dificultades y los más pequeños son quienes sufren las peores consecuencias. Los pueblos de Andafitrazo y Matsà son dos ejemplos del trabajo de los misioneros salesianos en estos momentos de pandemia, porque la falta de empleo y de recursos se ha traducido en un descenso de las matrículas escolares y los padres ya no envían a sus hijos a la escuela porque no tienen dinero.

Andafitrazo es un pueblo muy pobre y sin agua ubicado en el sur de Madagascar, en un bosque de baobabs. La población va a buscar el agua a Ankililoaka que está a 12 kilómetros. Allí el agua fluye en un canal y está limpia, porque después de pasar por otras aldeas donde se lava la ropa y los platos y los animales beben, deja de estarlo.

En la única escuela de esta aldea el año pasado tuvimos alrededor 140 alumnos matriculados hasta quinto grado. 50 en jardín de infancia, 35 en primer grado, 25 en segundo y 15 en tercero, cuarto y quinto grado. Cuando se hacen mayores sus padres deciden sacarlos de la escuela para que trabajen y ganen algo para la familia. 

Todas las semanas hay que ir a Ankililoaka a buscar cuatro contenedores de agua de 200 litros

Este año escolar comenzó con 40 estudiantes porque no pueden pagar las pequeñas tasas académicas, pero aceptamos a todos y animamos a los padres a que los envíen sin problemas. Debido a la situación de necesidad que existe, tres veces por semana hemos organizado “la cantina del colegio”. Así, además de educación se ofrece a los alumnos un desayuno que se prepara cuando empiezan las clases.

La otra población, Matsà, se encuentra a 20 kilómetros al norte de Ankililoaka, en medio de la tundra. En ella el agua no es un problema gracias a un pozo construido por los misioneros salesianos hace diez años. La escuela comenzó a funcionar el año pasado cuando la población nos pidió que la volvieran a abrir. Nuestro objetivo principal es garantizar la escolarización de tantos niños como sea posible.

El año pasado había 140 niños y niñas inscritos en dos clases pero el espacio era insuficiente. Logramos garantizar una comida completa al día para los más pequeños, y este año queremos hacer lo mismo porque las familias sufren desnutrición

La solidaridad salesiana desde diferentes partes del mundo ha convertido en providencia la ayuda de los misioneros salesianos a la población sestos humildes pueblos. Gracias a eso los niños y niñas pueden seguir estudiando y tienen una comida asegurada al día.

Quedan aún algunos meses duros por delante hasta que la lluvia llegue, y ojalá que sea suficiente como para que las cosechas den frutos y mitiguen el hambre.

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