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8 febrero, 2022

Agustín Cuevas, desde Cuenca hasta el corazón de África

El misionero Agustín Cuevas falleció el pasado 7 de febrero, en Madrid, a los 77 años tras pasar casi 50 años en África ayudando a aquellos que más lo necesitaban. Trabajando por los más débiles en situaciones difíciles como en el conflicto armado en República Centroafricana.

Agustín Cuevas nació en Belmonte, Cuenca, el 25 de noviembre de 1944. Con 29 años se ordena sacerdote en Salamanca, el día 22 de abril de 1973. Don Agustín pasó por las casas salesianas de Béjar (Salamanca) y el Paseo de Extremadura (Madrid). Pero siempre tuvo claro que su lugar eran las misiones. Y ya en 1973 nos lo encontramos en Guinea Ecuatorial, en la primera presencia salesiana en este país, en Bata. Desde ese momento, África se adueñó de su corazón y de sus manos. Ya sólo le veríamos en España para pasar unas breves vacaciones y estar unos días en familia.

De Guinea Ecuatorial salió expulsado como el resto de religiosos del país cuando el régimen del Presidente Macías trató de eliminar así todo tipo de presencia cristiana. Más tarde volvería a este país y trabajó en Mikomeseng y Malabo. Además de Guinea Ecuatorial, el misionero salesiano ha estado en países como Chad, Gabón, Burkina Faso, República Centroafricana y Camerún, su último destino.

En República Centroafricana paso una de las épocas más difíciles ya que tras estallar la guerra en el país, la misión de Galabadja que él dirigía, tuvo que acoger a más de 60.000 personas que huían de la violencia. Fueron momentos complicados porque había que organizar, dar de comer y hacer letrinas para todas esas personas. Además, Agustín contaba a los medios de comunicación que “entraban personas con armas que podrían ser para defenderse o para atacar, tuvimos que organizar cacheos y turnos de guardia durante la noche para evitar asaltos”.

Durante todo ese tiempo, el misionero salesiano fue nuestras manos para ayudar y nuestros ojos para ver todo lo que estaba ocurriendo. Estrechó las manos del Papa Francisco cuando visitó el país en 2015. Nunca tuvo miedo. Podías estar hablando con él por teléfono y escuchar tiros por detrás, pero siempre decía que “todo va bien. No podría estar en otro sitio”.

En Camerún, pasó sus últimos años de misión más tranquilo y dando su testimonio de vida a los Salesianos más jóvenes del Teologado de Yaoundé.

Desde el 7 de febrero, Agustín nos sigue viendo con su mirada azul y acompañándonos desde el Cielo. ¡Descansa en paz, querido Agustín!

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