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22 octubre, 2018

Chennor, un antiguo niño de la calle de Sierra Leona con cuerpo de superhéroe

Chennor. Así lo conocemos todos en Don Bosco Fambul. Tiene cuerpo de culturista: un verdadero Increíble Hulk pero no verde, sino negro. Si te lo cruzas en la calle de noche sales corriendo porque su presencia infunde temor… o terror. Y, sin embargo, todo en él es natural y espontáneo. Chennor es un joven africano con alma de niño, con mirada simple, transparente y que no ha perdido su tiempo en el gimnasio.

Creció en las calles peleando y robando para sobrevivir hasta que lo encerraron en una cárcel durante dos años. Cuando salió, reincidió y volvió a entrar, pero esta vez lo mandaron a una prisión de alta seguridad, Pademba Road, en Freetown. Es una cárcel construida para 324 presos donde hoy viven 2.300 y en la que cinco veces a la semana entran los Salesianos y los trabajadores sociales de Don Bosco Fambul para llevarles esperanza y un plato de comida extra.

Allí Chennor vivió su infierno en la Tierra: una comida al día, pelearse por un cubo de agua para poder bañarse, picaduras de insectos y mordeduras de roedores, abusos de todo tipo… Una verdadera lucha por la supervivencia que le hizo plantearse hasta quitarse la vida cuando un oficial le dijo que no matara cucarachas porque sus vidas valían más que la suya…

En la cárcel conoció a Don Bosco y una luz de esperanza brilló en medio del infierno. El día que salió de prisión reconoce que fue como tocar el cielo, aunque se dio cuenta de que no sabía adónde ir, ni tan siquiera si andar hacia la derecha o hacia la izquierda…

Alguien le sugirió Don Bosco Fambul, donde finalmente le ofrecieron formar parte del Group Home, un programa que ofrece techo, comida y educación a jóvenes que no pueden ser reintegrados con sus familias. Completó su formación profesional como soldador y finalmente los Salesianos lo contrataron para ayudar en las visitas a la prisión.

Cuando recibió su primer salario fue a la oficina del director de Don Bosco Fambul, el salesiano Jorge Crisafulli y se lo entregó: “Para algún chico o joven que lo necesite”, le dijo. Este Increíble Hulk Africano le estaba dando la lección de generosidad y misericordia más fuerte y linda de su vida a un salesiano.

Su pasado de dolor y sufrimiento adquiría una luz diferente y hasta un sentido completamente nuevo desde la perspectiva del amor y la entrega a los más vulnerables de nuestra sociedad.

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