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Ver todas las noticiasLa población desplazada en RD Congo sobrevive en un desastre humanitario continuo tras 30 años de conflicto
La situación en la zona noreste de la República Democrática del Congo, y en particular cerca de la ciudad de Goma, es, desde hace meses, un desastre humanitario continuo en un área ya devastada por más de 30 años de guerra. El conflicto en la región de Kivu Norte entre las formaciones rebeldes apoyadas también desde el extranjero, el ejército congoleño y las fuerzas asociadas a él continúan y tienen a la población desplazada sumida en la extrema pobreza. Los Salesianos acogen a más de 30.000 personas en tres campos de fútbol en Don Bosco Ngangi, a las que atienden, junto a otras ONG, con el reparto de bienes de primera necesidad.
La presencia salesiana Don Bosco Ngangi acoge en la actualidad a más de 4.500 familias, “instaladas en una extensión de tres campos de fútbol en tiendas de campaña improvisadas con ramas y plásticos. En total, más de 30.000 personas, la mayoría mujeres y menores de edad”, relata el misionero salesiano Domingo de la Hera, que lleva más de 45 años en la República Democrática del Congo.
La población desplazada continúa huyendo de sus aldeas arrinconada por la violencia y por la extrema pobreza. En los dos últimos años, con el último rebrote de violencia, más de un millón y medio de personas han tenido que huir de sus hogares. “Llegan a Goma prácticamente con lo puesto, se instalan donde pueden porque la mayoría de asentamientos de desplazados están desbordados y sobreviven con lo que le entregan las ONG y las organizaciones religiosas”, explican los misioneros salesianos.
En otro asentamiento de desplazados, en Kanyaruchinya, los Salesianos atienden una parroquia en la que hay más de 75.000 personas desplazadas instaladas, y a las que también tratan de atender.
“Vivimos una guerra atípica y es imposible pensar en un final a corto plazo. Las luchas de poder y el control de las materias primas condenan a la población a huir y a sobrevivir con la ayuda que se les puede ofrecer en los asentamientos de desplazados”, asegura De la Hera.
La vida en el asentamiento es instructiva por las sensaciones y actividades que se mezclan
Para este misionero salesiano, la vida en un asentamiento de desplazados improvisado por una emergencia es “una situación inédita y a la vez tiene mucho de instructivo, porque se mezclan el desconcierto de los adultos con el empeño y la actividad incansable, sobre todo de las mujeres, para conservar la vida de la familia y sobrevivir, agradeciendo lo que se hace por ellos, mientras los menores, con su inocente alegría y normalidad, parecen estar al margen de la realidad”.
Los Salesianos tuvieron que organizar el asentamiento para que hubiera un registro, acceso al saneamiento y al agua potable y también para el reparto de alimentos y bienes de primera necesidad. “Nuestro dispensario se hace cargo de los primeros auxilios y de los medicamentos”, explica Domingo de la Hera. “Los casos de mayor gravedad son llevados al hospital de la ciudad, porque hay un índice de mortalidad superior al de la población normal”, continúa.
Sobre la alimentación, se realiza un plan semanal en el que grupos de 500 personas, sobre todo madres y menores, “los más vulnerables”, reciben un refuerzo alimenticio. “La siguiente semana se cambia de sector, hasta que se cubre todo el asentamiento”. Además, de manera periódica, “según el stock existente”, se entrega a los refugiados de un kit de supervivencia.
Pero si algo distingue a los misioneros salesianos es la educación, y por eso el Centro Don Bosco funciona con normalidad y se han reforzado el número de aulas y de profesores: “Tenemos 2.000 alumnos en formación profesional y hemos aumentado las aulas de Primaria y Secundaria, y el número de maestros, para atender a los menores desplazados y que puedan seguir aprendiendo”, finaliza De la Hera, que pide rezar por la paz y por esta población olvidada que vive en una continua situación de emergencia.