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25 febrero, 2019

Las puertas de Don Bosco Bukavu siempre abiertas para ayudar en República Democrática del Congo

La mayoría de la población en la República Democrática del Congo vive en unas pésimas condiciones, hasta el punto de que la mayoría de las personas sobreviven día a día. Falta el trabajo, no hay paz, no hay una distribución justa de la riqueza, ni libertad, ni las personas más desfavorecidas reciben el apoyo de las autoridades.

Con este panorama, los misioneros salesianos en Bukavu, donde llegaron hace tres años, lo tienen claro: vivir dándose generosamente a los demás: “Desde nuestra llegada elegimos ofrecer una bienvenida amplia e incondicional a todas las personas. Durante el día, las puertas del Centro Don Bosco están siempre abiertas y tratamos de escuchar a los que vienen para contarnos sus problemas”, destaca el padre Piero Gavioli.

“Nuestra misión en este lugar -continúa-, es dar la bienvenida a los niños de las calles y ofrecerles formación profesional gratuita. Además, con nuestros recursos ayudamos a las familias a pagar las cuotas de la escuela, al menos de uno de sus hijos. Hemos ayudado a más de 500 estudiantes en los dos últimos años”, explica el salesiano.

A veces, algunas historias de quienes llegan al Centro Don Bosco desagarra el corazón y los Salesianos no pueden dejar que se vayan con las manos vacías y sin darles alguna solución.

Rebecca es madre de ocho hijos y viuda. Fue a los Salesianos a pedir ayuda para su hijo menor, Joseph, que nació con hidrocefalia. La operación le costaba 500$ y Rebecca no tenía ese dinero. Los Salesianos pagaron la mitad de la operación y la otra mitad lo pusieron los familiares de Rebecca. En la actualidad sigue cargando bolsas de carbón y madera en su espalda para alimentar a sus hijos para que al menos uno de ellos vaya a la escuela.

Otro caso especial es el de Chantal, de 24 años, con siete hermanas y huérfana de padre desde los 14 años. Gracias a su madre y a algunos benefactores llegó lejos en sus estudios, pero cuando su madre murió el año pasado tuvo que dejar la universidad cuando estaba en el último año de Medicina. Los Salesianos, viendo la situación, ayudaron a pagar una parte de los gastos y ella consiguió una beca por sus notas para poder seguir estudiando.

Todo lo que buscamos y todo lo que recibimos de los bienhechores y amigos se los entregamos a los pobres y necesitados. Tienen nombre y apellido pero también una vida mejor gracias a Don Bosco”, concluye el padre Gavioli.

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