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28 enero, 2020

Berta, la Mamá Margarita de Angola

A pocos días de la fiesta de Don Bosco es inevitable recordar la figura clave en su vida, Mamá Margarita. Al igual que hay muchos misioneros salesianos que son la viva imagen del fundador de los Salesianos en el siglo XXI, también hay muchas Mamás Margaritas que engrandecen el trabajo de los misioneros con los más desfavorecidos en más de 130 países en el mundo.

Una de ellas es Berta André, una mujer angoleña que ha vivido toda su vida en uno de los barrios más pobres y peligrosos de la capital del país, Luanda. Allí, ella sola ha sido capaz de sacar adelante y dar estudios universitarios a cinco hijos, adoptar a otros tres y criar y educar en su casa a más de un centenar de menores abandonados, recogidos en las calles o enviados por sus madres a Luanda durante los años de la guerra.

Su vida no ha sido sencilla. Su marido bebía demasiado y se fue de casa, dejándola sola con cinco hijos pequeños: Ecson, Estanislao, Brigida, Luzia y Georgio. Ella, funcionaria del Estado, también dejó su trabajo cuando los Salesianos empezaron a atender a niños de la calle y necesitaban una madre que estuviera con ellos. “Todos los problemas pasan con el tiempo”, asegura a menudo.

A finales de los años 90 se mudó a una pequeña casa con sus cinco hijos para atender a ocho meninos… que la siguiente semana se convirtieron en 12 y un año después ya eran 25. “Mis hijos mayores me ayudaron mucho y todos eran hermanos. Me levantaba de madrugada para preparar el desayuno, tener agua para el aseo… llevarlos al colegio, si enfermaban había que llevarlos lejos, todo era un sacrificio”.

Berta ha sido y es mucho más que una madre para todos ellos y un emblema en el barrio, porque saca tiempo para visitar enfermos, ser líder comunitaria, profesora, catequista, enfermera, albañil… “tengo ya algunos dolores, pero quiero desgastarme dándome a los demás”, reconoce siempre sonriendo.

Gracias a los Salesianos descubrió que “no hay secretos en lo que hago, porque los misioneros me dijeron que el Señor me escogió. Ellos me ayudaron a descubrir que hay que darse a los demás como Don Bosco y en mi casa cabe toda la gente, aunque es verdad que en alguna ocasión pensé en tirar la toalla, pero el Señor y María Auxiliadora siempre me ayudaron”, asegura con sencillez.

Berta conoce la vida de Mamá Margarita, “y a mí también me han pasado las mismas cosas que a ella, porque los meninos también me robaban a veces, pero cuando se trabaja con el corazón todo es más fácil”, y asegura que “todo es obra de Dios. Conseguimos ayudar a muchos menores preparándolos para que volvieran con sus familias y también para la sociedad devolviéndoles la dignidad. No sé cómo agradecérselo a Dios y a Don Bosco”.

El mayor orgullo de Berta es todos los niños que han pasado por su casa, que han sido más de un centenar, y a los que siempre trató como a sus hijos: “El barrio es peligroso y había vecinos delincuentes y drogadictos, pero los niños que he tenido han sido ejemplares”.

 

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