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11 mayo, 2020

La solidaridad salesiana en Perú en tiempos de coronavirus: ‘Obras son amores y no buenas razones’

Los ejemplos de solidaridad y de ánimo quieren hacerse un hueco en estas últimas semanas entre las cifras de fallecidos y contagiados. La ayuda desinteresada que se presta a los más vulnerables contribuye a paliar los devastadores efectos del coronavirus. Los ejemplos abundan: médicos, enfermeras, policías, transportistas, repartidores, farmacéuticos, limpiadores, personas que trabajan recogiendo la basura… para todos ellos va el aplauso diario.

Tampoco podemos olvidarnos de los jóvenes que cada día siguen construyen la esperanza en medio de esta situación difícil que atraviesan muchas familias. En cada rincón del planeta los jóvenes salesianos participan en innumerables acciones solidarias para ayudar a los que menos posibilidades tienen. Su alegría y entusiasmo hacen realidad el sueño de Don Bosco y también el refrán de que Obras son amores y no buenas razones. Uno de tantos ejemplos de esta ayuda salesiana se produce en Perú.

Lima, la capital del país, tiene más de 10 millones de habitantes pero hoy sus calles son un desierto. Los Salesianos atendemos allí a menores de la calle en conflicto con la ley. En ese contexto, un hueso de vaca o de cerdo puede ser parte de una sopa para más de 80 muchachos. Y ése fue el gesto solidario de un antiguo alumno: donar una gran cantidad de huesos para preparar sopa para repartir en la calle.

La solidaridad construye esperanza en Perú en estos tiempos de pandemia por el Covid-19.

En otro distrito de Lima, conocida como el Rímac, los Salesianos también trabajamos a los pies de un imponente cerro donde la pobreza es visible. Allí, el equipo de emergencia de la Fundación Don Bosco, con los jóvenes, prepara las famosas cachangas a base de harina y agua con aceite. “No sabía ni imaginaba que en este cerro vivía tanta gente”, comenta sorprendido un joven.

Reparto de cachanga entre la población más vulnerable en diversos distritos de Perú.

Otra zona conflictiva es el Puerto del Callao. Allí la vida es un milagro en medio del narcotráfico, la delincuencia organizada y la prostitución como forma de supervivencia. Sin embargo, los Salesianos no nos hemos olvidado de los pobres. En el barrio Frigorífico, con el apoyo de las madres de la zona, se ha empadronado a las familias más vulnerables y se les entregan bolsas con alimentos para unos días.

En Ayacucho, conocida como la ciudad de las 33 iglesias, antiguos alumnos salesianos hacen lo que aprendieron en las aulas: ser solidarios. Se han colocado las mascarillas y los guantes y se han organizado en grupos de trabajo. Su labor consiste en llevar bolsas de alimentos a las familias que han colocado una bandera blanca, señal de que tienen niños y ya no tienen qué comer.

También la Casa de Acogida Don Bosco, en el distrito de Magdalena, acoge a 50 jóvenes migrantes venezolanos de entre 18 y 25 años. Fueron buscando un trabajo para enviar dinero a sus familias y se quedaron a medio camino de su sueño y en una cuarentena con dinámicas salesianas.

Nada de toda esta corriente solidaria se podría realizar si los Salesianos, de ayer y de hoy, no hubiesen inculcado en el corazón de los alumnos la solidaridad, la igualdad y la dignidad de todas las personas.

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