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Ver todas las noticiasEmergencia Ucrania. La invasión cumple 13 meses con el sentimiento común de “hacer vida normal con miedo”
La guerra en Ucrania empezó en realidad en 2014 en el este del país, pero para la comunidad internacional, el 24 de febrero de 2022 fue la fecha en la que se iniciaron los bombardeos sobre todo el territorio ucraniano. Para muchas personas, marzo del año pasado fue “cuando comenzó nuestro infierno, con bombas sobre nuestra ciudad durante semanas”, como cuenta Boris, que vivía en Mariupol. Los misioneros salesianos continúan al lado de la población, tanto en nueve ciudades de Ucrania como en los países fronterizos que acogen a la población refugiada. Una vez superado lo peor del invierno, la población confía en la victoria y, aunque exista miedo por los continuos ataques, tratan de llevar una vida lo más normal posible.
Ucrania cumple 13 meses de invasión rusa y de continuos bombardeos, “pero la población trata de vivir con normalidad. La guerra ahora mismo está sobre todo en el este, aunque siempre hay riesgo de misiles en cualquier ciudad”, asegura Mykhailo Chaban, superior de los Salesianos en Ucrania. “Vivir bajo una constante amenaza deja huellas profundas en los menores y en los jóvenes, y por eso, desde el primer momento, hace ya más de un año, intentamos responder a las necesidades especiales de los menores desplazados y refugiados”, comenta el salesiano.
“El miedo es la emoción dominante ahora en Ucrania, especialmente entre los menores. En las primeras semanas de la guerra existía el pánico ante un peligro incomprensible y la sensación de desesperanza, pero ahora todos hemos aprendido cosas nuevas: los pequeños de la casa ahora saben cómo comportarse ante un ataque aéreo y cuándo entrar en el búnker. También nos hemos acostumbrado a las sirenas, que se han convertido en compañeras constantes”, relata el sacerdote salesiano.
Los ataques aéreos dejan inasumibles cifras de fallecidos, heridos, personas desplazadas y refugiadas en estos casi 400 días de conflicto: 200.000 personas han perdido la vida, hay más de 40.000 heridos, casi 3.000 escuelas han sido bombardeadas y 500 destruidas. Hay más de 8,5 millones de personas refugiadas en Europa y otros 5,3 millones son desplazados internos. Casi 18 millones de personas necesitan ayuda humanitaria urgente para vivir.
“No vemos a los amigos por la noche porque no nos dejan salir a la calle”
La vida continúa, al menos en el oeste de Ucrania, y se hace todo lo posible para crear la apariencia de la vida cotidiana. En los centros juveniles salesianos se invita a niños y jóvenes a hacer deporte y a participar en cualquier actividad lúdica. “El deporte y la diversión, al menos por unos momentos, te hacen olvidar los problemas, y también favorecen la integración de los niños refugiados y de sus familias», explica el padre Chaban.
La visión de los jóvenes en medio del conflicto es muy significativa. Kharkiv, de 17 años, vive en Lviv y pasó los primeros meses de la guerra en Eslovaquia. “Siempre temí por mi familia y ahora tenemos menos libertad que antes. No vemos a los amigos por las noches porque no nos dejan salir a la calle después de las cinco de la tarde y ya no es posible escuchar música alta para poder oír las sirenas”, reconoce.
Más de cien proyectos de ayuda humanitaria, tanto material como de apoyo psicológico, asistencia legal, cursos de idiomas, educación formal y no formal y actividades de ocio y tiempo libre para los menores se han desarrollado en estos meses de conflicto gracias a los misioneros salesianos en Ucrania y en los países fronterizos. Desde Misiones Salesianas hemos enviado más de 650.000 euros para apoyar a la población afectada y a las obras salesianas de Ucrania y de los países limítrofes.
Asimismo, gracias a las ayudas recibidas, el programa Winterisation para combatir las consecuencias del invierno cumplió todos sus objetivos. Las escuelas salesianas de Lviv, Odesa y Kiev han logrado mantenerse abiertas y ofrecer educación en situación de emergencia con la construcción de refugios, refuerzos del aislamiento y apoyo para los suministros de agua, luz y gas, apoyo psicológico a estudiantes, profesorado y familias.