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22 abril, 2024

Reiberman, el emigrante venezolano funambulista que descubrió a Don Bosco en Colombia

Reiber Sumoza es un joven venezolano al que las circunstancias en su país le obligaron, como a tantos otros, a intentar ganarse la vida en otro lugar. Padre de dos hijos, hace cuatro años se estableció en Colombia, y aunque su profesión está relacionada con el mantenimiento de aires acondicionados, descubrió el deporte del slackline (cinta tensa) y desde entonces se gana la vida en los semáforos con sus acrobacias sobre ella. Fue en la calle donde un salesiano lo descubrió y, desde entonces, Reiberman, su nombre artístico, sabe que cuenta con una otra gran familia en Colombia.

Tiene 29 años y es uno de los tres jóvenes emigrantes de su pueblo en Venezuela, Miranda, para buscar una vida mejor y ayudar a sus familias desde el exterior por la complicada situación de su país. Reiber Sumoza recuerda que “uno de mis amigos está en Ecuador, otro en Chile y yo llegué a Colombia. No me quiero mover más porque así estoy cerca de mis hijos”.

Hace cuatro años salió de su país. En Venezuela dejó a sus dos hijos, que tienen 9 y 7 años, respectivamente, con su mujer. “En todo este tiempo no he vuelto a verlos. No es fácil hablar a diario, ni a veces semanalmente con ellos, pero tengo un sueño, y es poder regresar este año para estar con ellos, aunque sea por poco tiempo”, explica Reiber.

Lleva siete años practicando slackline (cinta tensa) y lo ha convertido en su forma de vida en la calle de Colombia en la que casi a diario instala su cuerda. “Trabajo cinco horas al día, de una a seis de la tarde, porque es muy duro. Tengo que estirar, estar concentrado y sólo estoy sobre la cuerda el tiempo que el semáforo está en rojo para los coches, pero en una jornada puedo ganar hasta 100.000 pesos colombianos -23 euros-”, comenta.

Un día, un salesiano paró su coche junto a él y comenzó a preguntarle por su vida. Ese salesiano es Luis Fernando Velandia, director del Centro de Capacitación Técnica Laboral Juan Bosco Obrero, situado en Ciudad Bolívar. “La segunda vez que nos vimos me dio un saco con comida y cada poco tiempo pasaba y charlábamos. Me regaló un disfraz de Supermán por uno de los números hago sobre la cuerda, así que me hago llamar el Supermán del barrio Santa Lucía”.

No conocía a los Salesianos ni sabía que Don Bosco también fue saltimbanqui de niño

Reiber no conocía a los Salesianos, y nunca había oído hablar de Don Bosco ni sabía que él también fue acróbata y funambulista, pero ambos tienen en común que consiguen captar la atención de la gente y el aplauso. “Lo que hago es mucho más que mantener el equilibrio y saltar… intento que la zona en la que trabajo esté limpia, soy amable con el público y quienes me ven captan esa humildad que es tan importante. Al conocer a los Salesianos entendí su familiaridad, su acogida y me siento con ellos como en casa”, asegura.

El padre Velandia le propuso formar parte de la escuela de circo del centro, pero a pesar de intentarlo, no pudo “por falta de tiempo, porque tenía que trabajar para comer y vivir, pero a cambio me deja ir a entrenar allí y me llama para hacer shows a los chicos”. Reiber no deja de soñar a la vez que perfecciona su técnica: “Dios tiene un propósito para cada uno y yo sigo soñando. Sueño con ver a mis hijos, pero también sueño con poder seguir enviando dinero a mi familia y con llevar mi espectáculo a mi pueblo y dejar una huella allí con una actuación que estoy preparando a gran altura”.

Sobre el día a día, el joven equilibrista reconoce que “con la primera moneda que me dan se me levanta el ánimo. Puedo estar afligido un día, pero al subirme a la cinta y notar el aprecio del público me vengo arriba, aunque reconozco que es duro hacer unas cien rondas de semáforos diarias, pero hay que seguir porque Dios tiene un propósito para cada uno”, finaliza. 

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