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26 abril, 2021

Pandemia, huracanes, migrantes y mucha pobreza es el grito desesperado de ayuda en Guatemala

Los últimos meses en Guatemala han estado llenos de dificultad, algo a lo que la población está, por desgracia, demasiado acostumbrada. La crisis, la pobreza y el hambre se han intensificado debido a la pandemia y al confinamiento obligatorio. Además, el paso de dos huracanes, en agosto y noviembre del año pasado, devastaron aún más la zona dejando sin vivienda, ni tierra ni animales para sobrevivir a la mayoría de la población. Ante esta situación, los misioneros salesianos continúan queriendo llegar al máximo número de personas necesitadas, acompañándolas y haciéndoles llegar ayuda de emergencia.

 

En las últimas semanas, en medio de la pobreza debido a la pandemia, una nueva caravana de migrantes ha cruzado el país en busca de una vida mejor en Estados Unidos. Huyendo del hambre, miles de migrantes fueron bloqueados por la policía y el ejército guatemaltecos para impedir su paso generando episodios de gran violencia.

“Muchas personas buscan comida porque tienen mucha hambre, pero ni siquiera se detienen a dormir. Sólo quieren avanzar”, asegura el misionero salesiano Giampiero de Nardi. Viajan familias enteras, con niños pequeños. “Estamos tratando de hacer frente a la emergencia y ofrecemos una media de 150 comidas al día. Tenemos una olla de sopa siempre llena para los que van llegando”.

Los misioneros salesianos llevamos 30 años al lado de la población más humilde en Alta Verapaz

El objetivo de los misioneros salesianos en la humilde localidad de San Benito Petén es atender a los niños y niñas más vulnerables en medio de esta compleja situación de pandemia, huracanes, migrantes y pobreza.

Los daños causados por las inundaciones y los numerosos deslizamientos de tierra tras el paso de los huracanes Eta e Iota fueron muy graves: más de 50 personas murieron y decenas de viviendas quedaron sepultadas. Los caminos quedaron transformados en pequeños ríos y muchas familias indígenas de la etnia Q’eqchi sobreviven en pequeños espacios esperando poder reconstruir sus precarias vidas.

Las viviendas más populares son de hierro o laminadas con nailon. En el interior, la temperatura llega a los 42 grados, y por eso los niños viven en la calle expuestos a multitud de riesgos y peligros. El desastre causado por el paso de los huracanes nos ha obligado a comprometernos con la reconstrucción de sus viviendas, para que sean resistentes y les dé calidad de vida. “No indicamos un número concreto de viviendas a construir porque la intención es tantas como sea posible para asegurar una calidad de vida al menos aceptable”, explica De Nardi. La falta de vivienda, unida a la escasez de agua potable y a la pobreza en general es campo abonado para las enfermedades: tuberculosis, tifus, malaria, infecciones de todo tipo, lombrices y diarreas. Con las nuevas viviendas también mejorarán su acceso al agua potable y se reducirán las enfermedades en la población infantil.

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