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6 septiembre, 2022

Andry, el niño que vivía en la calle y que ahora sueña con un futuro gracias al centro de acogida en Madagascar

Tres de cada cuatro habitantes de Madagascar viven en un barrio de chabolas. Madagascar es uno de los países más pobres del mundo, en el que la mitad de la población sobrevive por debajo del umbral de la pobreza, con menos de 100 ariary al día, unos 3 céntimos de euro. En la capital, Antananarivo, muchas personas no tienen electricidad ni agua corriente. En esa situación de extrema pobreza y degradación, los misioneros salesianos ofrecen a los jóvenes malgaches en situación de vulnerabilidad la oportunidad de cambiar sus vidas en el Centro Notre Dame de Clairvaux.

Familias enteras sin techo abarrotan las calles de los suburbios de la isla de Madagascar, improvisando refugios ​​con cartones o plástico. Otras viven en chozas de madera, que pueden ser pasto de las llamas cuando en la estación seca hay un mayor riesgo de incendios. Por último, muchos menores sobreviven en las calles, en grupos, tratando de realizar trabajos esporádicos o cometiendo pequeños hurtos para comer.

Los misioneros salesianos dirigen en Ivato, cerca del aeropuerto de la capital, el Centro Notre Dame de Clairvaux. Allí acogen a más de un centenar de adolescentes y jóvenes de entre 12 y 22 años. El centro consta de un internado para huérfanos, niños en situación de riesgo o en situación de calle a los que los Salesianos dan un apoyo integral (atención médica, alimentación, vestido, vivienda y educación).

El objetivo de los misioneros salesianos es ofrecer a cada uno de estos jóvenes, dentro de un marco estructurado y sólido, una oportunidad de futuro. Para ello se ofrecen programas de formación que responden a las capacidades de los jóvenes y a las necesidades de la sociedad malgache (mecánica de automóviles, herrería, agricultura, ganadería, carpintería y albañilería). 

El centro salesiano en Ivato acoge a más de un centenar de menores en situación de calle

El centro también tiene una granja escuela que es, a la vez, fuente de alimento y escuela de formación. Es un elemento muy importante porque el 80% de la población de la isla es esencialmente agrícola (80%). 

Uno de los jóvenes que atienden los misioneros salesianos es Andry. Nació en una choza a las afueras de Antananarivo, en el barrio marginal de Ankasina, donde viven hacinadas más de 15.000 personas. Hijo de una joven lavandera y de un padre desempleado que abandonó a su familia cuando el pequeño Andry tenía menos de 3 meses, pasó su infancia en la calle. Creció así, con su madre ocupada en llegar a fin de mes, entre el vagabundeo y la promiscuidad con otros niños, hasta convertirse en un niño de la calle. 

Un día, cuando sus únicas comidas consistían en un plátano o una mazorca de maíz robada, conoció a un trabajador social que le habló de los Salesianos y su vida cambió. Tras ser acogido en el Centre Notre Dame de Clairvaux, emprendió un camino de alfabetización y después realizó un curso profesional para convertirse en albañil. Dice que tiene que aprender bien el oficio para poder construir su casa y luego formar su familia. 

Andry se ha convertido en un joven alegre. Ha encontrado muchos amigos, y los educadores y maestros lo quieren. También tiene un sueño para su futuro, así que, para cumplirlo asiste a cursos de albañilería, practica deporte y también toca la kabosa, un instrumento tradicional que lo acompaña en los momentos tranquilos o lluviosos del día. En Clairvaux, Andry, como tantos menores y adolescentes, ha encontrado el hogar que su difícil condición social le había negado.

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