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Ver todas las noticiasLa historia de Musu y el pequeño Juan Bosco en Sierra Leona
Musu era una niña cuando el misionero salesiano Jorge Crisafulli la encontró en la calle, debajo de una mesa en el centro de Freetown. Llovía copiosamente y hacía frío para alguien acostumbrada al calor tropical. “¿Cómo te llamas?”, le preguntó, “¿estás enferma?”. Sus ojos tristes y el dolor en el rostro anunciaban dolencias más profundas que las físicas. Tosía sin parar. Jorge le puso su mano sobre la frente y se dio cuenta de que ardía de fiebre. Ése fue el principio de una gran historia de esperanza.
La pequeña Musu le contó que había ido al hospital pero que como no tenía 15.000 leones (1,5 euros) para pagar en la entrada no la atendieron. “Te llevo enseguida al hospital”, le dijo Jorge, pero en ese momento se dio la vuelta para buscar algo junto a ella y puso en las manos del salesiano a un bebé de tres semanas, indefenso, esquelético, casi moribundo y sin nombre.
A Musu la llevó al Hospital General, donde le diagnosticaron tuberculosis y neumonía. Al pequeño, como no tenían medios para atenderlo allí, lo trasladó al Cottage Hospital, donde le diagnosticaron tuberculosis, deshidratación y desnutrición. Cuando el doctor le pidió un nombre para registrar al pequeño en el centro sanitario el misionero salesiano no lo dudó un instante: “Se llama Juan Bosco, Juanito Bosco”.
Cuando regresó al Hospital General tranquilizó a Musu al asegurarle que el niño estaba bien y que saldría adelante. Jorge tuvo que comentarle que le habían pedido un nombre del bebé para poder registrarlo en el hospital y que lo había puesto Juan Bosco.
Entonces el gesto de Musu cambió y se mostró contrariada. El salesiano le preguntó que si no le gustaba el nombre de Juan Bosco y ella le dijo que “tenía que haberle puesto su nombre, Jorge Crisafulli”.
En la actualidad, Musu y Juan Bosco se encuentran bien de salud. Ambos han superado sus problemas. Musu ya ha cumplido 18 años y estudia peluquería y vende sandalias y el pequeño Juan Bosco es un niño sano y risueño que hace honor a su nombre, corretea por todos los sitios y es un signo de resistencia, supervivencia y esperanza ante la adversidad. Son dos ejemplos más del trabajo salesiano en Sierra Leona, y en muchos países del mundo, para sacar a los menores de la calle y ofrecerles educación.