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Ver todas las noticiasLa transformación en Siria: de campo de batalla en Damasco a una nueva obra juvenil salesiana
Durante años los proyectiles y el ruido de las bombas fueron el paisaje y el ambiente del barrio de Jaramana, en Damasco. La guerra que vive Siria desde 2011 destrozó esta zona de la ciudad y sus huellas aún son visibles. De esta zona, con 1,5 millones de personas, procede la mayoría de los menores y jóvenes que participan en las actividades del centro juvenil de los Salesianos en la capital del país. Ahora que lo peor de la guerra parece haber pasado, los Salesianos instalarán allí el centro juvenil, construirán una iglesia, un centro de formación profesional y se trasladarán a vivir los salesianos.
Hace tiempo que los Salesianos de la Inspectoría de Medio Oriente habían tomado la decisión de acercar sus actividades a la población más alejada y necesitada. En los momentos de mayor intensidad de la guerra hubo jornadas dramáticas con los autobuses que recogían a los niños y a los jóvenes en medio de los bombardeos con un gran riesgo para todos.
“En muchas ocasiones suspendimos las rutas de los autobuses. Teníamos un sistema de llamar por teléfono a varios educadores y, como si fuera un árbol se avisaba a todas las familias”, recuerda el superior de los Salesianos en Medio Oriente, Alejandro León.
El barrio de Jaramana está a más de una hora del actual centro juvenil de Damasco debido al tráfico en la ciudad. La idea de los Salesianos es trasladarlo a aquella zona, de mayoría musulmana, “para también abrirlo a la juventud de aquel barrio en estos momentos difíciles en los que empieza la reconstrucción del país”.
El misionero salesiano Alejandro León recuerda una de las grandes lecciones que recibió de unos chicos de este barrio en una ocasión: “Un día que suspendimos la ruta de los autobuses que traían a los chicos al centro juvenil por los bombardeos, vi que a las dos horas se presentaron en mitad de la misa un educador y varios chicos de aquel barrio. Habían venido andando en medio de los bombardeos durante más de dos horas. Al acabar la misa le dije muy enfadado que me había desobedecido y que había puesto en riesgo su vida y la de los chicos. El educador, muy sereno, me dio un lección de teología y de fe a la vez al decirme que quién era yo para prohibirle ir a misa un domingo”.
La llegada de dinero gracias a donaciones privadas, y también a Misiones Salesianas, ha permitido limpiar el terreno -lleno de proyectiles de bala-, perimetrarlo, vallarlo y comprar otro anexo para construir una carretera y tener un acceso más directo. El siguiente paso será realizar los planos para que en poco tiempo sea una realidad este nuevo centro salesiano que tanta esperanza gracias al acompañamiento de los jóvenes y a su formación aportará a Siria.