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Ver todas las noticiasEmergencia Ucrania. Historias de esperanza y solidaridad paralelas al horror y a la crisis humanitaria
Más de dos millones de personas han cruzado ya las fronteras de Ucrania hacia la Unión Europea, y la previsión es que al menos otros dos millones más lo hagan en las próximas semanas y se conviertan en refugiadas. Miles de familias han quedado separadas por la guerra y sólo menores, mujeres y personas mayores pueden salir del país. En medio de tanto dolor, miedo e incertidumbre, las historias de esperanza y solidaridad confirman que el mal nunca puede tener la última palabra.
Por la situación que viven millones de personas en Ucrania y fuera de ella, la solidaridad salesiana de todo el mundo sigue haciendo llegar la ayuda a los damnificados. Desde Misiones Salesianas continuamos recogiendo y enviado ayuda económica para atender a las personas damnificadas en estos momentos. Con 100 euros, por ejemplo, tres personas pueden recibir alimentos para varios días, productos de higiene, medicinas y ropa de abrigo.
Los misioneros salesianos de Ucrania nos piden “rezar mucho por la pazy estar unidos como ellos”, pero también “ayuda económica para poder hacer frente a las necesidades que tenemos, ya que el bloqueo de carreteras hace imposible que llegue la ayuda material”.
Lattef es un joven estudiante sirio de Medicina al que la guerra le obligó a huir de Zaporiyia junto a su hermano. En el norte del país, Valentina, su hija Olga y su nieto Mark tuvieron que dejar Járkov cuando las bombas empezaron a caer, y se separaron del resto de su familia. Estas son sus historias:
Alaa y Lattef son dos hermanos sirios que llegaron a Ucrania para estudiar Medicina en Zaporiyia, al este del país. “Cuando estalló la guerra nos quedamos en casa durante dos días, pero cuando las bombas llegaron a nuestro barrio decidimos irnos para intentar llegar a Polonia”, cuenta Lattef. Ambos hermanos encontraron un tren a última hora de la tarde para viajar a Lviv. “Permitieron que todo el mundo subiera al tren de forma gratuita y conocimos a mucha gente agradable que nunca olvidaremos”.
Desde Lviv a Polonia fueron en coche “pero debido a la larguísima cola, tuvimos que bajarnos y seguir a pie:caminamos unos 50 kilómetros en nueve horas”. Al llegar a Polonia conocieron a Kuba, “un amable polaco que nos ayudó a llegar a la capital de Varsovia. Apreciamos su ayuda y también agradecemos al Centro Misionero Salesiano por permitirnos sentirnos como en nuestra casa, proporcionándonos comida y medicinas”, continúa Lattef.
“Nuestro sueño es buscar un lugar donde podamos completar nuestros estudios en Europa”
Valentina, de 62 años, su hija Olga de 33 y su nieto Mark de 11 vivían cerca de la estación de tren de Járkov, en el norte de Ucrania. Utilizaron durante varios días el sótano de su casa para estar a salvo de las bombas, “pero al quinto día, cuando empezaron a escucharse muy cerca, decidimos irnos”, cuenta Valentina.
Su intención era llegar a Estonia porque el marido de Olga trabaja allí, así que fueron a la estación de tren. “Esos días había hasta ocho trenes diarios sin horarios. Llegaban, cientos de personas nos sentábamos, y hasta Lviv con parada en Kiev. Mucha gente se mareó en el viaje porque no había agua para todos”, recuerda la madre de Olga.
“Nos recibieron con mucho cariño en la frontera polaca y cuando se enteraron de que queríamos continuar nuestro viaje a Estonia nos ayudaron con el viaje a Varsovia”, continúa Valentina, que dejó en Ucrania a su marido y a la madre de éste, de 82 años. En la capital de Polonia las acompañaron al Centro Misionero Salesiano, donde pudieron descansar unos días. “Sentimos que Dios mismo nos llevó al Centro Salesiano porque se lo habíamos confiado todo a Él”, asegura.
La cadena de ayuda y solidaridad con ellos tampoco se detuvo ahí, y gracias a las personas buenas que encontraron en el camino, Olga, su hijo Mark y Valentina se subieron a un autobús y llegaron a Tallin, la capital de Estonia, desde donde siguen con preocupación la resistencia de su ciudad a los ataques rusos.