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3 septiembre, 2020

La solidaridad es más fuerte que la pandemia en las aldeas más humildes de Liberia

Liberia está reviviendo en estos meses con el coronavirus la situación que vivió en 2014 con el ébola: muy pocos creían en la existencia y en la gravedad de la enfermedad. A pesar del peligro de contagio, en esta ocasión los misioneros salesianos también hemos seguido al lado de la población, concienciando para prevenir su expansión y ayudando a los más afectados por la imposibilidad de trabajar y de conseguir alimentos.

Los suburbios de la capital y las aldeas han vuelto a ser las zonas más afectadas por la pandemia. A pesar de que el país cerró sus fronteras a mediados de marzo, la imposibilidad de confinarse en casa ha incrementado los contagios. Sin embargo, la experiencia del ébola ha servido para que la higiene de manos sea una rutina entre la población. Gracias a esto, el número de contagios y fallecidos se sitúa en Liberia entre los países con menos afectados de África.

En la aldea de Tappita, situada a 400 kilómetros de la capital, Monrovia, los misioneros salesianos reiniciamos a principios de 2018 nuestra presencia entre los más pobres. A pesar de las limitaciones en medio del bosque y lejos de cualquier ciudad con suministros, los Salesianos continuamos sirviendo a los jóvenes y a las familias en una parroquia con decenas de sucursales en muchos kilómetros a la redonda.

En esta zona de Liberia muchas personas no están convencidas de que el virus exista y los comportamientos de la población son extremos. El salesiano Riccardo Castellino destaca que se producen “desde gestos de gran generosidad y solidaridad, hasta actos vandálicos en el centro de aislamiento”. ¿Las razones? Pues que piensan que el virus es un invento del gobierno para conseguir dinero y que los muertos son víctimas del mal de ojo.

Ayudamos también a los profesores y a sus familias con comida al continuar las escuelas cerradas

Con esta situación hay que convivir, tratando de sensibilizar y, por este motivo, incluso en la misión la actividad pastoral ha cambiado de ritmo. La escuela está cerrada desde mediados de marzo y las celebraciones religiosas fueron suspendidas desde el Domingo de Ramos. El dispensario médico continuó su servicio, pero a un ritmo reducido, ya que con el cierre de las escuelas muchas personas regresaron a las aldeas para trabajar en el campo y poder sobrevivir.

Sin embargo, la comunidad parroquial permaneció unida y lo demostró de diferentes maneras. Los jóvenes, convenientemente preparados, realizan actividades de sensibilización y educación. Ellos fueron los protagonistas para presentar a la población la situación real, ofrecerle medios de prevención y convencerla de que los utilizaran para no ser contagiados.

Varios grupos de la parroquia han reunido en estos meses lo que han podido para ayudar a los más necesitados, entre ellos a los mayores, los enfermos, los discapacitados y las viudas. Entre todos hemos podido distribuir alimentos como arroz, aceite y también desinfectantes y cubos para tener agua y lavarse las manos.

Gracias a la solidaridad salesiana mundial ante esta emergencia, la misión recibió también una cantidad de dinero para poder ayudar a la población más necesitada. Después de un cuidadoso estudio de los diversos casos, cada sector de la misión pudo poner en marcha una segunda ronda de distribución de alimentos y atención sanitaria a los más vulnerables.

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