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6 mayo, 2022

Emergencia Ucrania. Marina con su gato y Sofía con sus hijos, dos amigas de Kiev reunidas en Cracovia

La guerra de Ucrania continúa trasladando imágenes de desolación y horror entremezcladas con las de solidaridad dentro y fuera del país invadido. Más de 13 millones de personas han tenido que abandonar sus hogares y casi 5,5 millones se han convertido en refugiadas en otros países europeos. La emergencia continúa, y por eso los Salesianos acogen y atienden a la población desplazada desde el primer día ofreciéndole condiciones de vida digna para las mujeres que llegan acompañadas con sus hijos pequeños y también con sus mascotas.

Marina adoptó a Bercik, su gato, cuando lo encontró perdido en una peregrinación al monasterio carmelita de Berdichiv, en Ucrania. Lo llamó con el diminutivo del monasterio y desde entonces no se ha separado de él. Cuando empezó la guerra emprendió el viaje desde Kiev para ponerse a salvo con su gato en brazos.

En Kiev Marina trabajaba con los Franciscanos y cocinaba para 95 personas cada día. “También colaboraba en la catedral de la capital y conocía al obispo salesiano de Kiev, monseñor Vitaliy Krivitskiy”, recuerda. La guerra empeoró mucho las cosas: “Las ventanas se cerraron y taparon, no había luz, ni agua y cuando los tanques ucranianos pasaban cerca parecía un terremoto”.

“El 10 de marzo pude ir a 5 minutos a recoger algo de ropa y de ahí a la estación de trenes. Vivía en un edificio de 17 plantas y todas las ventanas tenían los cristales rotos. La vida era muy estresante por las alarmas y era imposible cruzar el río de la ciudad porque tu vida corría peligro. Después de un viaje muy largo estuvimos 17 horas para cruzar la frontera”, explica Marina.

 

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Los Salesianos en Cracovia acogen a medio centenar de personas refugiadas ucranianas

Sofía y sus tres hijos, Oleh de 16 años, Pablo de 13 y Stanislao de 7, salieron de Kiev el 17 de marzo. Ella colaboraba con la Iglesia en Radio María y también conocía al obispo de la capital ucraniana. “El 15 de marzo hubo una explosión muy grande y mi marido nos dijo que saliéramos del país”, cuenta. “Ya no se podía comprar nada en las tiendas, ni sacar dinero de los bancos… Dos días después salimos de Kiev. Viajamos a Lviv en tren y después a Cracovia en autobús”, explica.

Marina y su amiga Sofía se reunieron en el Seminario Salesiano de Cracovia. “Nos hablaron de este lugar para acoger a las familias ucranianas. Hablamos con el padre Marcin y nos recibieron muy bien. Somos una gran familia las 50 personas que estamos aquí. Tenemos nuestros momentos de oración y de convivencia y los niños pueden jugar”, asegura Sofía.

“Tenemos miedo por Kiev, porque muchas personas siguen saliendo de la ciudad y se escuchan las atrocidades cometidas en las ciudades cercanas, así que sólo podemos perdonar a Rusia por lo que está haciendo y agradecer a Polonia su ayuda”, relata emocionada Marina.

Lo que ambas tienen claro es la esperanza: “Cuando termine la guerra vamos a volver a nuestra casa, pero de momento pensamos en el hoy, no en el mañana”, finaliza Sofía.

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