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23 junio, 2023

Emergencia Ucrania. El testimonio de una madre joven tras casi 500 días de sufrimiento por el conflicto

La llegada del verano no alivia el sufrimiento de la población ucraniana. Los que continúan en el país invadido conviven a diario con las sirenas, los bombardeos y el miedo, sin poder hacer una vida normal. Los que están refugiados en los países fronterizos también sienten el miedo y la incertidumbre por sus familiares, porque son demasiados meses separados de ellos, aunque la acogida salesiana les permita decir que están casi como en casa. Yulia es una joven madre que huyó de Ucrania tres semanas después de iniciarse el conflicto y cuyo testimonio representa el dolor de las mujeres ucranianas con menores a su cargo.

Las madres siempre quieren lo mejor para sus hijos, aunque no todas pueden ofrecérselo siempre: la pobreza, la enfermedad, el hambre… son factores que impiden este instinto de sacrificio maternal por naturaleza. La violencia y la guerra también representan dos impedimentos importantes para el desarrollo y la educación de los menores.

A punto de cumplirse 16 meses de conflicto, el sufrimiento de tantas madres afectadas por la guerra en el mundo, que están solas al frente de la familia y lloran por sus hijos y por sus familias se ve reflejado en Yulia, una madre ucraniana que tuvo la suerte de ser acogida y apoyada por los Salesianos de Polonia, y que ofrece su testimonio de fortaleza y de amor.

“El 24 de febrero de 2022 mi vida, la de mi familia y la de tantos ucranianos cambió trágicamente. Cada uno tenía sus propios planes para ese día, pero nada salió como estaba previsto”, explica la mujer, madre de dos niñas pequeñas. El anuncio del estallido de la guerra lo conoció al despertarse. Su padre, mayor y enfermo, le dio la noticia. Parecía un día tranquilo y, sin embargo, nada volvería ya a ser igual a partir de ese día con las imágenes de la caída de los primeros misiles en el país.

En una improvisada reunión familiar se preguntaron qué era lo primero que debían hacer. “Ir a la tienda. En ese momento, lo más importante parecía ser encontrar comida, aunque las noticias sobre la guerra no me permitían calmarme y el sonido de las sirenas y las alarmas parecía resonar continuamente dentro de mi cabeza. No sabía qué hacer, pero tenía una gran responsabilidad: dos hijas y un padre mayor y con muchos achaques”, cuenta Yulia, que también detalla la angustia de las primeras noches sin dormir.

Yulia y sus hijos están bien atendidos por Salesianos en Polonia, pero quieren regresar a casa

Los primeros días fueron “interminables en el frío sótano, con vecinos, personas mayores y animales que se convirtieron en miembros de la familia”. Con ellos compartían el miedo al ruido de un avión ruso y las vibraciones de una explosión que sacudía todo el edificio. “Y siempre te preguntabas cuándo acabaría este ruido para nosotros y para nuestro país”, continúa.

Rodeada por una escuela destruida, el hospital con las ventanas rotas y los edificios dañados, Yulia recibía consejos de familiares y conocidos para que huyera. “Sin embargo, por dentro sientes una fuerte resistencia, porque no quieres irte”, explica.

El 8 de marzo por la noche, un compañero de trabajo la llamó por teléfono y le dijo: “Yulia, mañana te vas a Polonia con tu familia. No te lo pido, te lo digo”. Gracias a los Salesianos que trabajan en la escuela local, Yulia pudo finalmente salir del país. Al llegar a Polonia al día siguiente recuerda que las primeras palabras que escuchó fueron “no te preocupes, ahora estás a salvo”, pronunciadas por un guardia en la frontera.

Desde entonces “respiro aliviada”, continúa la mujer, “pero es sólo una calma exterior, porque dentro de mi corazón sigue habiendo guerra”. La reflexión de Yulia es que “cuando te ves obligada a abandonar tu hogar, echas de menos todas las pequeñas cosas que son tuyas: el juguete favorito de tu hijo, la ropa que tú misma cosías, e incluso el desorden que había en casa por los más pequeños. Echas mucho de menos a tus familiares, a tus amigos, a tus compañeros de trabajo. Y te da miedo estar a mil kilómetros de casa y saber que tu marido sigue allí. Y te da miedo llamar y escribir mensajes, porque una falta de respuesta puede significar algo terrible”, finaliza la joven madre.

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