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28 diciembre, 2020

Millones de menores en situación de vulnerabilidad en todo el mundo son hoy los santos inocentes del siglo XXI

La situación mundial no está para bromas aunque, de forma tradicional, el día de los Santos Inocentes sea la jornada para ello en los medios de comunicación. La Iglesia conmemora este día la matanza de los menores de dos años en Belén y en su comarca que ordenó Herodes para intentar acabar con la vida de Jesús. Sin embargo, 20 siglos después estamos rodeados de santos inocentes a nuestro alrededor en cada una de las situaciones y países en los que un menor está en peligro y sus derechos no son respetados. Nuestra labor y nuestro empeño diario están en cuidar a los niños, niñas y jóvenes del mundo, de manera especial a los más vulnerables y en proporcionarles un futuro mejor gracias a la educación.

Guerras, explotación, abusos, maltrato, matrimonios precoces, reclutamiento forzoso, orfandad, ausencia de escolarización, hambre… y este año, además, el riesgo añadido de contagiarse de coronavirus. Estas son algunas de las lacras que afectan a la infancia en riesgo en este siglo y que en muchos casos se combinan para mayor sufrimiento de los menores.

Trabajo más de 12 horas al día en una fábrica de ladrillos y no puedo ir a la escuela. Allí como y tengo un lugar para descansar”, asegura Madhur, que tiene 9 años, desde India. Mudiwa es de República Centroafricana y tiene 12 años. Su padre saldó una deuda y la casó con un hombre que cuadruplica su edad. “Apenas sabía cocinar y he dejado de jugar con mis amigas”. Mariamma es huérfana, tiene 14 años, y vive en Sierra Leona. “Si quería comer sólo podía vender mi cuerpo. No se lo he contado a nadie porque también pago mis estudios”… Son algunos testimonios de situaciones que nadie debería sufrir, y menos un menor de edad, por eso en más de 130 países nos dedicamos a buscar, escuchar, rescatar, atender y cuidar a los niños y niñas más vulnerables para ofrecerles una vida mejor.

Hay menores acusados de brujería y que son estigmatizados y agredidos, otros que cumplen largas condenas en cárceles de adultos por pequeñas faltas, algunos no conocen otra realidad que un campo de refugiados y los hay que son abandonados o expulsados de sus familias simplemente porque no hay comida para todos en casa y deben aprender a sobrevivir en la calle.

Son el futuro pero no tienen presente y, aunque suelan sonreír, eso no quiere decir que sean felices

Ante estas situaciones de injusticia los misioneros salesianos siempre ofrecemos una solución: desde hablar con los capataces que explotan a los menores para que trabajen menos horas, descansen más y puedan ir a la escuela; pasando por el acompañamiento a los que están en cárceles de adultos para buscar un juicio justo o pagar sus fianzas, hasta ofrecer un refugio temporal con comida, agua, ropa limpia y una cama para que puedan empezar una nueva vida.

La educación es siempre la herramienta para lograr ese cambio de vida y la reintegración familiar, siempre que sea posible, el objetivo final aunque sea con sus familias extendidas. Ayudar a los menores a superar sus traumas, curar sus heridas -muchas veces físicas- y ganar confianza en sí mismos es el primer paso para que conozcan sus derechos y se conviertan en líderes para otros niños y niñas en su misma situación.

Que descubran sus capacidades y destrezas y ofrecerles la oportunidad de desarrollarlas permitirá a estos protagonistas de las futuras generaciones tener en sus manos su futuro gracias a la educación y a la formación técnica. De esta forma, los santos inocentes del siglo XXI seguirán haciendo realidad el sueño de Don Bosco como “buenos cristianos y honrados ciudadanos”.

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