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11 mayo, 2023

La solidaridad de la panadería salesiana de Belén: 132 años al servicio de la paz, el amor y del desarrollo

El milagro diario del pan se repite en Belén desde más de 130 años. Catorce formas diferentes de pan blanco e integral al servicio de la población: cristianos, musulmanes y personas necesitadas que cada día o bien compran el pan por su calidad y su preparación de manera natural, o bien lo adquieren gratis gracias a la generosidad de quienes lo dejan pagado para las personas que menos tienen. Belén significa “ciudad del pan” y los misioneros salesianos llevan más de un siglo haciendo honor a su nombre.

“Este pan se llama hamam, que significa paloma por su forma: aquí, en Belén, siempre lo hemos hecho sólo nosotros”, asegura Ibrahim mientras atiende a los clientes que llegan poco a la tienda. Su turno empezó a las diez de la noche y amasó pan toda la noche. “Realizamos 14 formas diferentes de pan, pan blanco e integral, y todo con harina, sal, levadura y agua. Nunca ponemos azúcar para que sea bueno para todos”, continúa el panadero, orgulloso de su trabajo aprendido de los panaderos llegados desde Italia a Belén hace más de un siglo.

Durante el Ramadán, la panadería siempre abre de madrugada, a la una y media de la mañana. Antes del amanecer, durante este período de ayuno llegan los musulmanes, y después, a partir de las seis de la mañana, lo hacen los cristianos. La panadería de los Salesianos, en el cruce de la plaza Madbasseh y la calle Pablo VI, lleva más de 130 años abierta para todos.

Harina y solidaridad, dos elementos básicos de una comunidad que siempre ha buscado el desarrollo en torno al horno y a los talleres de la escuela profesional salesiana. El milagro del pan se repite en la ciudad de la Natividad desde hace más de 130 años, y ahora también lo intenta hacer a diario de manera sostenible.

La historia del pan de Belén comienza en 1863, cuando el padre Antonio Belloni -misionero de Propaganda Fide y más tarde salesiano- fundó el primer orfanato de Tierra Santa. La panadería sirvió al principio para alimentar a los chicos huérfanos, que pronto llegaron a ser casi un centenar, y la harina era donada por algunos benefactores.

El pan salesiano de Belén es para todos: musulmanes, cristianos y también familias sin recursos

Unos años más tarde, en 1891, se tomó la decisión de vender el pan al público. Desde entonces existen unas pequeñas tarjetas verdes que quien quiere deposita en el mostrador y que sirven como donativo para quienes reciben el pan tener que sin tenerlo que pagar.

El pan de Belén se ha convertido en los últimos años en un símbolo del desarrollo para la plataforma de las 18 ONG italianas que trabajan en Palestina. Entre todas buscan poner en marcha pequeñas microempresas que ayuden a la población en medio de la grave crisis social y económica de la región.  

“Lo que intentamos es trasladar al terreno es el modelo de la Economía del Papa Francisco: no hay nada malo en hacer empresa privada, pero hay que desarrollarla de forma sostenible, preguntándose qué impacto quieres tener en la comunidad”, explica Luigi Bisceglia, que también es profesor en la Facultad de Economía y Empresa de la Universidad de Belén. Pequeñas empresas que podrían dar empleo a casi 300 jóvenes y mujeres siguiendo un modelo que funciona desde hace más de cien años es el objetivo: “Al fin y al cabo, la panadería salesiana, con su capacidad de redistribuir el pan entre los más necesitados, es una forma de empresa social desde sus inicios”, concluye Bisceglia.

La panadería salesiana es “una empresa que cuadra las cuentas porque ha durado más de un siglo”, aseguran los misioneros salesianos. Y en la Ciudad del Pan se quiere seguir apostando por el desarrollo y la solidaridad con el modelo de la antigua panadería salesiana.

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