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19 octubre, 2021

La esperanza se cultiva en el asentamiento de refugiados de Palabek y también da sus frutos con un nuevo templo

Los misioneros salesianos en el asentamiento de refugiados de Palabek atienden a una población de más de 57.000 refugiados que huyen de la guerra y de la miseria del Sudán del Sur. En Palabek encuentran un refugio, y con la ayuda de muchos amigos de los misioneros salesianos, recuperan su dignidad y aprender a trabajar la tierra. Los frutos de ese gran trabajo en los huertos lo representan los tomates, pimientos, cebollas, casaba, zanahorias, calabacín, piñas, bananas, sandías y muchos otros productos recogidos gracias al proyecto ‘Cultivos de esperanza’.

Muchos refugiados llegan al asentamiento del norte de Uganda tras huir por el monte y con lo poco que pueden llevar consigo. Su único deseo es encontrar un lugar seguro para poder comenzar de nuevo tras haber sido testigos de las más duras atrocidades, como ver morir a sus familiares y ver desvalijar e incendiar sus casas.

Gracias a la solidaridad salesiana de todo el mundo, más de 250 jóvenes refugiados de Sudán del Sur, que viven en el asentamiento de Palabek, han podido cultivar esta temporada verduras y frutas con el programa Cultivos de esperanza. Aprovechando la época de lluvias, han podido complementar la pobre dieta de muchas familias ofrecida por el Programa Mundial de Alimentos, que consiste en 6 kilos de maíz, 1 kilos y medio de frijoles, dos tazas de aceite y una cucharada de sal al mes y por persona.

El confinamiento, el cierre de las escuelas y la prohibición de reuniones y celebraciones religiosas ha empeorado aún más la difícil vida de las personas que atienden los misioneros en Palabek.

La pandemia también ha afectado, condicionado y empeorado mucho la vida de los refugiados

Los precios de los alimentos y otros bienes esenciales se han disparado, empujando cada vez a más personas a la pobreza extrema. Y ante la imposibilidad de llegar a otros mercados, los productos agrícolas dejaron de cosecharse o se vendieron a precios de ganga, dejando a los agricultores al borde de la quiebra.

Con este desolador escenario alrededor, los misioneros salesianos que trabajan con los jóvenes vulnerables en el asentamiento de refugiados han tratado de mantener activos y útiles al menos a algunos jóvenes durante estos últimos meses. Aunque la escuela técnica Don Bosco estuvo cerrada por un nuevo confinamiento y el aumento de los contagios, las actividades agrícolas se mantuvieron.

Un nutrido grupo de jóvenes siguió trabajando los huertos cultivando maíz y frijoles. Y, a pesar de que las lluvias se retrasaron, el resultado ha sido una cantidad considerable de frutas y hortalizas que luego compartieron con los alumnos y sus familias.

En los últimos meses los estudiantes refugiados también encontraron tiempo para limpiar el centro sanitario local y plantar nuevos árboles. Por su parte, los aprendices del curso de albañilería se dedicaron a mejorar los exteriores e interiores de las instalaciones de la escuela técnica y también terminaron una construcción que hará las veces de guardería para las jóvenes madres que acuden al centro salesiano.

La nueva iglesia, dedicada a la Santa Cruz, también se ha construido en un tiempo récord. Este templo se une a los 13 lugares dedicados al culto en los 20 kilómetros cuadrados del asentamiento.

Otra de las peculiaridades de la gran participación de las personas refugiadas en la mejora de las instalaciones es que a los estudiantes se les paga por su trabajo, lo cual es una bendición para ellos en estos momentos de tanta necesidad.

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