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6 abril, 2022

Emergencia Ucrania. Alina, la profesional del baile que huyó de Dnipro y ahora comparte su pasión en Varsovia

Alina cruzó la frontera el 2 de marzo con su madre y con su hijo de 4 años. Llevaban poco equipaje y ninguna idea sobre su destino. Sólo querían huir de la guerra en Ucrania y de la tensión continua de las alarmas antiaéreas. Llevan un mes en Polonia y agradecen toda la ayuda que les está ofreciendo la población, así como el ambiente de familia que viven en los Salesianos de Varsovia.

Hace dos meses Alina era feliz en Dnipro junto a su familia. Profesora de baile y también representante de Ucrania a nivel internacional en competiciones de hip hop, dance y house, su vida cambió junto a la de millones de ucranianos el 24 de febrero, el día que Rusia invadió su país. “Los bombardeos fueron el primer día y después la situación estuvo tranquila, pero la tensión por las continuas sirenas antiaéreas nos obligó a tomar la decisión de salir del país”, explica.

Con su madre, su hijo de cuatro años y dos maletas, emprendieron un viaje a la frontera que se alargó durante siete días. Alina recuerda que “primero fuimos en tren, luego en coche, después otra vez en tren… Los trenes iban llenos de gente, donde cabía una persona viajaban cinco, no había agua, colas para ir al baño… fue horrible y en algunos sitios ni paraba. La gente se montaba sin billete con tal de poder huir de la guerra”.

Los toques de queda por la noche también obligaban a detener la marcha en la carretera cuando iban en coche. “Los atascos eran continuos y todo el mundo nos preguntaba dónde íbamos, pero no sabíamos responderles”, cuenta Alina.

 

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Su hijo, su madre y el baile son las prioridades de Alina ahora, en su nueva vida en Varsovia

Llegaron a la ciudad polaca de Chelm y buscaron entre sus contactos de amigos y familiares quién podría ayudarlos. “Al final, un antiguo jefe de mi madre nos ayudó desde Varsovia. Nos alquiló un apartamento aquí para poder quedarnos en él”.

Alina se emociona cuando habla de la solidaridad que han encontrado: “Nos han ayudado con todo, nos ofrecen siempre todo y nos cuidan mucho. La población se está portando de maravilla y no sólo no lo podremos olvidar nunca, sino que jamás se lo podremos devolver”.

Dos de las anécdotas que cuenta son “que una vez entramos a desayunar en una cafetería y el dueño nos invitó al saber que éramos refugiados de Ucrania. Sin conocerme de nada me ofreció trabajo y también nos ayudó a encontrar guardería para mi hijo”, asegura.

A los pocos días de estar en Varsovia su vida volvió a cambiar: “Fuimos a la embajada y un hombre nos dio un sobre que contenía dinero para nuestros gastos; además, nos hablaron del oratorio salesiano en Varsovia y encontramos un lugar acogedor y un gran ambiente familiar, así que empezamos a participar en todas sus actividades a diario”, explica la joven profesora.

“Si la guerra acaba pronto regresaremos a casa, pero no sabemos qué va a pasar” 

Desde la semana pasada, a Alina le ofrecieron dar clases de baile a los niños y niñas, muchos de ellos también refugiados ucranianos, que acuden al oratorio salesiano: “Me he sentido muy feliz volviendo a bailar y a enseñar a bailar a los más pequeños, y muy agradecida por la confianza en mí”.

Acostumbrada a viajar y a conocer muchos países, Alina quiere darse un tiempo para decidir su futuro. “Mi hijo no sabe polaco y le está costando adaptarse, pero le he contado la verdad: que un hombre malo atacó nuestro país y que nuestra casa está en peligro”. Si la guerra acaba pronto tiene claro que “regresaremos a casa porque la echamos de menos y desde aquí no podemos enviar dinero a nuestra familia. Seguimos en contacto con ellos allí, pero no sabemos qué va a pasar. Creo que, si la guerra dura mucho, buscaremos otro país para vivir donde pueda trabajar en mi profesión y también ayudar a los refugiados que haya en ese país”, finaliza.

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