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16 julio, 2024

El 91% de la población de Tigray (Etiopía) sufre hambruna por las consecuencias de la guerra

La emergencia por hambruna que declaró el Gobierno de la región de Tigray, en el norte de Etiopía, hace casi siete meses mantiene a 20 millones de personas en riesgo de muerte ante la falta de comida y agua en la zona. Las consecuencias de la guerra y la sequía se han convertido en una combinación mortal para 9 de cada 10 personas en la región: mujeres embarazadas o con bebés, niños y niñas menores de cinco años y personas de mayor edad son la población más vulnerable. Ante la suspensión, hace meses, del reparto de comida por las organizaciones internacionales, los misioneros salesianos continúan con sus programas de reparto de harina, galletas, pan, una especie de papilla para los bebés y útiles escolares para miles de personas a diario, pero la ayuda es insuficiente para los más de dos millones de personas que continúan desplazadas de sus hogares en la actualidad.

Las cifras de los dos años de conflicto en el norte de Etiopía, en la región de Tigray, son devastadoras: más de 600.000 personas muertas y tres millones de desplazadas entre noviembre de 2020 y de 2022. Las consecuencias del conflicto, tras 20 meses de la firma del acuerdo la paz son aún peores: infraestructuras destrozadas, viviendas quemadas, ganado robado, cultivos arrasados, hospitales saqueados, empresas cerradas y muchas escuelas destruidas o en las que convive el alumnado con la población desplazada.

Miles de mujeres embarazadas, muchas de ellas que han sufrido violencia sexual, jóvenes con bebés, menores de cinco años y población de avanzada edad son en la actualidad los grupos de mayor riesgo ante la situación de hambruna, de enfermedades y de falta de medicinas que sufre la región.

Antes de la guerra, el 3% de los hogares estaba en situación de necesidad para conseguir alimentos a diario. En la actualidad, el 60% de los hogares en Tigray sufre hambruna severa. Desde que el Gobierno de Tigray decretó la emergencia por hambruna el 29 de diciembre pasado, la situación no ha hecho más que empeorar y la región se encuentra al borde de una catástrofe humanitaria nunca antes vista desde la hambruna de mediados de los años 80 del siglo pasado.

El Programa Mundial de Alimentos (PAM) y diversas organizaciones internacionales suspendieron, en mayo del año pasado, el reparto de cualquier tipo de ayuda a las personas necesitadas aduciendo una mala gestión de los alimentos de emergencia. A pesar del anuncio de retomar el reparto hace unos meses, este aún no ha comenzado mientras que la población se muere de hambre.

Más de 20 millones de personas necesitan asistencia de emergencia para sobrevivir

Dos millones de personas continúan desplazadas. Más de 1,5 millones lo hacen en recintos públicos y escuelas, sin tener cubiertas las necesidades básicas de agua y saneamiento. Otras 500.000 personas continúan viviendo a la intemperie, en tiendas improvisadas con plásticos y telas.

No hay comida, ni agua potable, muchas escuelas están cerradas o destruidas y no tenemos un lugar adecuado para dormir”, asegura Alimayu, una joven madre con tres hijos a su cargo, “pero gracias a la ayuda de los misioneros salesianos seguimos con vida porque nos dan agua, pan y la papilla para los bebés”.

Los misioneros salesianos están al lado de la población desplazada y necesitada desde el inicio del conflicto en cuatro presencias en la región de Tigray: Adwa, Adigrat, Mekelle y Shire. En ellas ofrecen ayuda en la medida de sus posibilidades. Distribuyen agua, comida (harina, aceite, famix y galletas), material escolar, productos de higiene y de primera necesidad. Además, tienen programas concretos con los que han atendido a más 100.000 personas de manera constante en este tiempo. En Adwa, por ejemplo, ofrecen alimentación diaria para 3.000 menores que sufren desnutrición, además de repartir pan para alrededor de 5.000 personas en los centros de desplazados, y en Shire llevan a cabo otro programa escolar que entrega pan cada mañana a 1.300 menores.

La crisis humanitaria en Tigray ha llegado a un punto crítico y la necesidad de una respuesta integral y sostenida es primordial. El regreso de los desplazados internos a sus hogares debe ser una prioridad, pero no puede lograrse sin el apoyo y los recursos necesarios para garantizar su regreso seguro. La comunidad internacional debe dar un paso adelante y brindar la ayuda y asistencia necesarias para aliviar el sufrimiento de estas personas y ayudarlas a reconstruir sus vidas.

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