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21 mayo, 2021

Alejandro y Tatiana, el testimonio de voluntariado en Guatemala entre los más necesitados

Alejandro Aparicio y Tatiana Vega regresaron el mes pasado de su experiencia de voluntariado salesiano de casi tres meses en el departamento guatemalteco de Petén. Junto a los misioneros salesianos que trabajan en la parroquia de San Benito, y gracias a su formación sanitaria, pudieron atender un dispensario médico y ayudar a los migrantes que llegaban a la localidad en su viaje hacia Estados Unidos. Agradecidos por la experiencia, por la amabilidad de quienes menos tienen y por la familiaridad de los Salesianos, quieren mantener su estilo de vida como voluntarios misioneros y acudir a la llamada donde sea necesaria su labor.

Guatemala era la primera experiencia de voluntariado en un país hispanohablante de América para el farmacéutico Alejandro Aparicio. Con anterioridad había estado en Haití, pero sobre todo en África (Togo, Sudán del Sur, Etiopía) y en Asia (Filipinas), y lo había hecho incluso con diversas organizaciones además de con los Salesianos. Para Tatiana, auxiliar de enfermería, era sin embargo su primera experiencia como voluntaria en terreno.

En medio de la pandemia su labor se complicaba aún más. “Es verdad que había pandemia, pero no pánico y la sensación era de seguridad: ambiente selvático, todo abierto, clima cálido y población joven”, comenta Alejandro.

Su voluntariado de larga estancia en Petén consistió en “ofrecer asistencia en la Casa del Migrante, ejercer como promotores de salud y atención médica y farmacéutica en un dispensario y ayudar a formar promotores de salud en la localidad… pero también en todo lo que fuera necesario aunque no estuviera previsto”, explica Tatiana.

“Aprendes que eres afortunado porque ellos son felices con poco y además lo comparten”

La experiencia es gratificante, confirman ambos voluntarios, “por el espíritu de fraternidad y de comunidad. De repente formas parte de una gran familia que todo lo comparte y que se muestra alegre y esperanzada a pesar de las dificultades”.

Su labor diaria comenzaba a las 5.30 de la mañana ayudando en la cocina de la Casa del Migrante. “Tiene capacidad para 60 personas de todas las edades y ofrecíamos desayuno, comida, cena y alojamiento por un día. Sin embargo, a veces la capacidad se veía desbordada y no podíamos admitir a más persona por seguridad”, recuerda Tatiana.

Siempre intentaban desayunar, comer y cenar con los misioneros salesianos para hacer vida de comunidad. “Son personas extraordinarias, pendientes las 24 horas del día de los demás”, coinciden ambos. Pero su trabajo muchos días continuaba después de la cena para atender a los migrantes que seguían llegando y que necesitaban ayuda.

Recomiendan a todas las personas tener una experiencia de voluntariado porque “te ayuda a salir de la competitividad, del egoísmo, de la envidia… y sumergirte en un entorno de familia, de colaboración y de amabilidad para mejorar la calidad de vida de quienes menos tienen”.

Ambos comparten el mismo objetivo: les gustaría “tener otra experiencia de voluntariado en las misiones. En Petén necesitan un colegio y nos gustaría repetir, pero estamos dispuestos a viajar allí donde nos necesiten”, concluye Alejandro.

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